jueves, 16 de mayo de 2013

"Contacto" : Capitulo VI [Relato]


CAPITULO VI

“Veritas vos liberabit”


 

B-217D Coordenadas omitidas, cuarentena nivel ómnibus decretada

Las detonaciones eran amortiguadas por los conductos cavernosos y las fibrosas capas de carne putrefacta que cubrían la superficie de la nave, pero aun así el oído superdesarrollado del hermano Tracio los había escuchado.

-¿Has oído eso?- inquirió con una ligera muestra de nerviosismo filtrándose entre sus palabras.
-Me temo que no hermano- Stilikón iba apoyado sobre el hombro de Tracio y aunque se mantenía en pie, apenas si podía alzar los pies del suelo al caminar. A pesar de ello de su brazo amputado ya no brotaba más que un hilo de sangre y podía sentir como lentamente iba recuperando las fuerzas.

-Son bólters- Ésta vez no había atisbo de duda en la voz de Tracio, que se había detenido completamente intentando centrar su atención en la dirección de la que provenían las detonaciones. No se oía nada.
-Tenemos que llegar al puente, no hay tiempo que perder.- Stilikón intentaba focalizar toda su energía en el objetivo, le ayudaba a mantener la consciencia.

-¿Pero y si han venido a por nosotros? No podemos volar la nave si se ha iniciado un abordaje- Tracio parecía haber recuperado el optimismo ante tal expectativa.
-Hermano mira a tu alrededor- El esfuerzo obligaba a Stilikón a hacer pausas para recobrar el aliento. –No hay nada que abordar aquí, esto ni siquiera es una nave ya…tenemos que llegar al puente- En ese instante unas nuevas detonaciones interrumpieron las palabras del bibliotecario, él también pudo oírlas pues esta vez estaban claramente más próximas su posición. –De todos modos vamos a necesitar ayuda, y un descanso me vendrá bien- Sentenció el bibliotecario mientras se acomodaba apoyado en un cofre de servicio que había en mitad del pasillo,  en una de las escasas zonas a las que todavía no había llegado la corrupción.

Era una situación curiosa cuanto menos, el centro del pasillo por el que avanzaban penosamente era lo único de lo que habían visto que no estaba contaminado por aquel asqueroso miasma que envolvía todo antes de que el metal empezara a corromperse, era casi como si los guiaran a través de un redil. Las detonaciones seguían sonando cada vez más cercanas y aunque amortiguadas, no debían separarlos más de una treintena de metros.
 

Aposentum del Injuriador, orbita alta sobre B-217D

Bizanzio se había recuperado ya completamente de sus heridas, seguía sintiendo ligeras molestias en el torso pero nada que le impidiera ya volver a colocarse su servoarmadura. Había sido reparada en el ferrum del Injuriador, y aunque no recuperaría toda su calidad original hasta que regresaran al Bastión de Tormentas, su estado era operativo.
Al coger el cinto de cuero curtido oyó un ligero repiqueteo metálico, procedía del interior de una de las bolsas que pendían del arnés. Lo qué fuera que había en el interior había producido un leve sonido amortiguado al chocar en el interior de cuero de la bolsa contra el sobrio banco de piedra que recorría la estancia, pero lo suficiente alto para sus oídos. Introduciendo la mano en la diminuta bolsa notó el frío tacto del metal en la yema de sus dedos, era de forma circular y no le hizo falta verlo para recordar lo que era, el mismo lo había metido allí unas horas antes, justo tras recogerlo de uno de los pasillos de aquella infernal nave, en la superficie de B-217D.

Tras extraerlo de la bolsa de cuero el Sargento Bizanzio alzó aquel proyectil a contraluz para observarlo con más detenimiento, no era un experto en esas labores, pero al instante supo que aquella no era una vaina de munición normal y corriente. Había disparado con casi todo el arsenal disponible en el Imperio y el arma que no había utilizado, le había disparado a él, sin embargo la factura de aquel proyectil le resultaba desconocida. El calibre era sin duda de bólter, aunque la vaina parecía estar extrañamente elaborada, demasiado para los estándares Imperiales. Volteando el diminuto trozo de metal observó lo que parecía un troquelado con el Aquila Imperial entre todos los delicados motivos que recorrían la superficie metálica, aunque se había deformado tras el impacto del percutor.
Hacía milenios que no se fabricaban proyectiles con una factura como aquella, era una pérdida de tiempo y recursos, fuese lo que fuese era muy antigua, mucho más de lo que se atrevía a aventurar. “Llegada del Azote prevista en 12 horas estándar” la voz metálica del contramaestre sonaba distorsionada por el sistema de comunicación interno del Injuriador, adquiriendo un eco que de daba un cariz aún más siniestro. Aquello sacó al Sargento de sus ensoñaciones, se colocó el cinto en torno a los anclajes de la cintura e introdujo nuevamente el proyectil en una de las bolsitas de cuero. Tras eso se puso en marcha en dirección al puente aunque inmediatamente se detuvo en mitad del vestíbulo principal, justo delante de una plataforma de unos 4 metros cuadrados, delimitada por unas parpadeantes luces azules engastadas en el metálico suelo de la nave.
 
El Injuriador era una de las naves más pequeñas asignadas a la flota de la Cohorte, pero a pesar de ello con su eslora de más de 750 metros requería de cierta paciencia para atravesarlo. Solo había tres teleportarium en toda la nave, uno en el puente y el otro en los barracones, ambos conectaban con un tercero situado los hangares. Su uso se restringía a unos protocolos determinados aunque en más de una ocasión el Sargento los había utilizado a su antojo. Sin duda esta vez tenía una excusa convincente para hacerlo.


 
Escuadra Mortis, B-217D coordenadas omitidas, cuarentena nivel ómnibus decretada.
El punto color azul que mostraba el áuspex se había detenido, permanecía inmóvil a escasos veinte metros de su posición, parpadeando con las coordenadas que correspondían a la posición del bibliotecario, oculto tras de aquellas infinitas capas de mierda putrefacta y supurante.

Habían avanzado en línea recta desde el último vestíbulo con el que se habían topado, seccionando pared tras pared y acabando con cuanto se movía en su camino. Sin embargo aquella nave infernal había ido regenerando los destrozos casi tan rápido como se los habían infringido,  tras de sí apenas había rastro alguno del camino que habían recorrido. En alguna ocasión el sargento Hajax había tenido la sensación de que la nave jugaba con ellos, facilitándoles el camino en algunos puntos, como intentando desviarlos de la dirección que según el áuspex había emprendido Stilikón. Sin embargo la escuadra Mortis no había cejado en su empeño, nada iba a interponerse ante la voluntad del Emperador.
Con gesto rutinario el sargento de los exterminadores hundió a su Mutiladora en la grasienta capa de carne que se hallaba ante él. La espada de energía penetro sin oposición el tejido blando seccionándolo verticalmente como si de mantequilla se tratara. El resto de la pared de carne se acabó de desgarrar cediendo bajo su propio peso, mientras el miasma que había impregnado la hoja de  Mutiladora crepitaba al evaporarse.

Ante ellos se abría una nueva estancia, era un nombre funcional, pues aquello se parecía más al interior de un ganglio. Como había sucedido con la estancias ultimas estancias que habían encontrado no había rastro de aquellas asquerosas criaturas, extrañamente habían sido menos frecuentes cuanto más se acercaban a la posición del bibliotecario. Después de todo quizás el propio Stilikón hubiera limpiado la zona de esas inmundicias y la propia nave había borrado su rastro.
Saliendo de sus ensoñaciones el sargento Hajax se dispuso a hendir una vez más su mutiladora, pero entonces el característico sonido del motor de una espada sierra lo hizo detenerse, el pedazo de carne que había ante él se agitó gelatinosamente hasta desgarrarse completamente y desgajarse por la mitad, dejando en las paredes poco más que los habituales flejes de miasma chorreante.

Al otro lado de aquella masa informe apareció la maltrecha figura del hermano Tracio, con una espada sierra ronroneando en una de sus manos. Junto a él y aún en peores condiciones el bibliotecario permanecía apoyado sobre un saliente.
-Loado sea el Emperador- Tracio dio un paso hacia delante, pero se detuvo al momento ante la escasa efusividad de sus interlocutores. -¡Ya pensábamos que os habíais olvidado de nosotros!- añadió.

-Objetivo localizado, informad a  de nuestra posición, y estableced contacto con nuestro transporte- El Sargento Hajax clavó su ojos sobre la figura del hermano Tracio a través de los visores de su casco de exterminador.- Informad también de que tenemos un invitado de última hora.-
-No podemos irnos de aquí- La voz de Stilikón trataba de mostrar toda la determinación que fue capaz de reunir.

-No estás en condiciones de exigir nada bibliotecario, no hasta que te llevemos de nuevo al Injuriador y contestes a unas cuantas preguntas.- Una sibilina amenaza podía leerse entre las palabras del Sargento Hajax.
-¿Pero de que está hablando?- Tracio parecía desconcertado. – ¡¿estáis aquí únicamente para comprobar que otra bruja no se una la lista negra del capítulo?!- había avanzado hasta interceder entre el sargento Hajax, que permanecía impasible, y el bibliotecario que seguía reclinado a su espalda. -¡¿Es que no lo veis?! ¡Ésta puta nave está calada hasta los huesos por el caos!, ¡Por el Emperador si hasta juraría que me ha hablado!-

-Por eso mismo- sentenció el Sargento Hajax. -Hannibal cree que la propia nave ha sido corrompida por un Demonio…-
-¿Planean destruir un planeta como carta de presentación ante todo el sistema? Stilikón no había dejado de pensar, tratando de buscar la forma de convencerlo. Hajax no era un hermano contemplativo, pero hasta el último de sus hermanos estaba al corriente de la controversia que en algunos sectores levantaba su situación, muy especialmente entre la Inquisición. Además sabía que era necesaria la aprobación previa por parte del Rictoratum para proceder con el bombardeo orbital, y si conocía como creía conocer a Hefestes, aunque en público rehuía las intrigas políticas y la burocracia en el fondo era sensible a tales consideraciones. Solo había una cosa que el viejo odiara más que la política, los herejes.

Tenía que lograr tiempo, tiempo y una excusa. En el peor de los casos el Rictor Prius siempre estaría a tiempo de asegurarse que ningún Mirmidón abandonaba la luz del Emperador en aquel infierno helado, aunque para ello tuviera que vérselas después con la inquisición.
-Eso es justo lo que le hace falta a la Inquisición para echarnos la soga al cuello, Hefestes nunca lo consentirá, no hasta haber establecido un mando conjunto en el Sistema, y para entonces será demasiado tarde, tú mismo lo has visto hermano, ésta nave quiere el planeta..- Stilikón había seleccionado cuidadosamente las palabras, tratando de dotarlas de la máxima convicción.

-No me corresponde a mí decidir eso, ni a ti Bibliotecario.- Hajax nunca había amagado la animadversión que como muchos de los Mirmidones sentía hacia los bibliotecarios.
Eran respetados, pero para muchos de los hermanos no había demasiadas diferencias entre los quehaceres de que los bibliotecarios y los de los adoradores del caos.
-Es cierto hermano, pero si está en nuestra mano evitarlo.- Stilikón no podía ver el rostro del sargento a través de su casco, pero en ese momento supo que había ganado.

1 comentario:

  1. Oh maldita sea, te me has adelantado. Yo quería introducir a un personaje como "Ajax", pero has sido rápido con tu sargento.

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