miércoles, 8 de mayo de 2013

Mirmidones (Capitulo de Marines Espaciales) [Trasfondo Principal]


MODUS OPERANDI
Fruto de su convulso pasado, los Mirmidones no son un capitulo de Marines Espaciales estándar en sus procedimientos. La principal diferencia radica en la composición de su logística de combate. Las denominadas Centurias (equivalente organizativo a las Compañías) no actúan como entidades independientes y autónomas, rara vez una Centuria actúa por su cuenta y riesgo, en general el capitulo opera en base a divisiones mayores que reciben el nombre de Cohortes, dentro de las que pueden estar operando mas de una centuria conjuntamente. Aunque esta práctica no está bien vista en muchas de las instituciones imperiales, ha demostrado su efectividad para el control de la basta región el Terminus, donde la respuesta entre teatros de operaciones es distante y compleja.
El mando de las operaciones se asigna siempre sobre el Ríctor (Capitán)de mayor rengo, que asume el mando estratégico de todas las fuerzas que conforman la Cohorte. Aunque la duración y composición de las cohortes varia enormemente estas solo se reúnen para operaciones de envergadura  y rara vez superan un máximo de tres cohortes bajo mandato de un Ríctor. Una vez finalizada la misión para la que fue reunida la cohorte en cuestión esta se disuelve, aunque es común entre los Mirmidones conservar recuerdos y marcas de su pertenencia a las distintas Cohortes en las que ha servido un individuo, especialmente si éstas fueron exitosas, aunque también con motivo de luto o venganza.

Por lo general, los Mirmidones no preparan conflictos de desgaste o de asedio a largo plazo, muestran una preferencia clara por las acciones contundentes y de escasa duración, siendo en éste ámbito en el que mejor se desenvuelven. El propio capítulo está concebido como una fuerza de asalto móvil, y es capaz de trasladar el grueso de sus operativos en un tiempo mucho menor que otros capítulos mas convencionales.
Esto se debe especialmente a dos razones, el primero es que los Mirmidones rara vez toman posiciones defensivas o fortifican sus posiciones, prefieren una política de tierra quemada en sus conflictos, lo que ahoga la capacidad del enemigo para ofrecer una resistencia duradera. Y en segundo lugar, aunque poseen una fuerza de blindados, es bastante compacta y mucho menor a la de otros capítulos, lo que facilita su despliegue logístico, por el contrario, la mayor parte de su flota la componen vehículos de asalto aéreo y cápsulas de desembarco, la conocida como caballería aérea.

En conjunto esto permite reducir al capitulo el tiempo necesario para desarrollar sus operaciones así como el volumen de suministros asociado a las mismas, algo muy necesario teniendo en cuenta el aislamiento en el que operan y las limitaciones materiales del capitulo.
LOS SISTEMAS DEL TERMINUS

Mirmídia se encuentra dentro del sistema planetario Terminus, en la región más oriental del Segmentum Ultima, en el extremo austral del brazo Sagittarius. Esa región galáctica figura en los mapas imperiales genéricos bajo la denominación de Sistemas del Terminus, Sistemas Terminus o coloquialmente Subsector Terminus y engloba a varias decenas de sistemas planetarios no registrados aunque supuestamente sometidos al imperio. La realidad sin embargo es muy distinta y a pesar de que se trata de una región en su mayor parte pacificada, el gobierno efectivo del Imperio solo se extiende a lo largo de un único sistema planetario, denominado Terminus, y que da nombre a todo el subsector.

El sistema lo componen ocho planetas, tres de los cuales carecen de la Civitas Imperialis (Pompeya, Carthagus y Lepanthus) y figuran en los registros del Adeptus Administratum como mundos muertos. Sodoma es un mundo en disputa con los orkos y arrasado por la guerra, razón por la que ha perdido su ratio Aestimare. Calixto y Tracia son mundos Imperiales prósperos que pagan regularmente sus diezmos y acatan la doctrina Imperial. Mirmídia, el planeta capital, es la sede del capítulo Astartes de los Mirmidones y ejerce el dominio efectivo sobre la región. El sistema alberga también un mundo forja menor, Victrix Prime, reclamado hace siglos por los tecnosacerdotes de Marte y actualmente regido por la voluntad del Adeptus Mechanicum y bajo la protección marcial de Mirmídia.

 ORIGENES DEL CAPITULO

El capítulo fue fundado a finales del trigésimo séptimo milenio, durante la 23ª Fundación o Fundación Centinela y fue bautizado con el nombre de Águilas Errantes. Como muchos de los capítulos fundados en ese periodo su propósito fue el de mantenerse en una cruzada eterna a lo largo de la Franje Éste, respondiendo a los deseos de los Altos señores de Terra de devolver la luz del emperador a los mundos que se habían perdido durante los desastres acontecidos a lo largo del M.37, entre los que figuran la terrible Era de la Apostasía o la Fundación Maldita. Además de innumerables incursiones del Caos, así como el avance de los orcos a lo largo de innumerables frentes en toda la Galaxia. Durante ese periodo se habían perdido no menos de 57 capítulos de Marines Espaciales en su totalidad, empujando al imperio y la humanidad al borde del colapso.

Generalmente se acepta que una escuadra de veteranos procedente del capítulo de los Desgarradores, con el Capitán Achilleas al mando, fue puesta al frente del capítulo y enviada a patrullar la frontera oriental del Imperio. Sea como fuera, a inicios del M.38 las Ángeles Errantes estaban al mando de Achilleas y se enfrascaron en múltiples y gloriosas campañas contra los orcos y los traidores que extendieron la verdad imperial de nuevo a lo largo de la Franja Éste. En las que frecuentemente participaron junto a sus hermanos del capítulo de los Marines Errantes y ocasionalmente también con los Últramarines. Existe el rumor de que el color azul de la heráldica de los Ángeles Errantes (y actualmente los Mirmidones) procede originalmente de esa época y es consecuencia directa de la prolongada e intensa colaboración bajo el mandato de Ultramar.. 

El desastre de Pompeya 886.38.M

A mitades del 38.M, los Ángeles Errantes habían alcanzado el extremo oriental del Imperio, dónde la luz del Sagrado Astronomicón empieza a debilitarse. Se hallaban sumidos en implacable persecución sobre el sangriento rastro de una partida de guerra de herejes traidores de la Legión Negra, conocidos como Los Ofendidos, que habían dejado una serie de mundos asolados a su paso. Las naves del capitulo alcanzaron un sistema planetario no registrado sin saber que en realidad estaban siendo conducidos hacia la trampa que pondría fin al capítulo como tal.

Habían recibido comunicaciones a cerca del ataque a la recién establecida colonia sobre el planeta Pompeya, próximo a su posición. Las transmisiones eran recientes, así que por una vez tenían la oportunidad de llegar mientras el enemigo aún se encontraba allí. Eso fue lo que propició que Achilleas, Señor del Capítulo abandonara la precaución que le caracterizaba y sin apenas estudiar la situación, lanzó a todo su capítulo sobre la fuerza que asaltaba Pompeya. Los herejes fueron purgados, no sin ofrecer una sangrienta resistencia y para cuando Los Ángeles Errantes tomaron el control del planeta la dimensión de su error se hizo patente. Una partida de guerra mucho mayor entre la que se hallaban fuerzas de Los Ofendidos y de los Devoradores de Mundos apareció tras las flota orbital de Achilleas, atrapados en la superficie planetaria y con las escasas defensas planetarias de Pompeya destruidas por los recientes asaltos no pudieron más que contemplar impotentes como su flota se enfrascaba en una desigual batalla orbital y era mermada lentamente. En un intento desesperado, se lanzó un asalto suicida desde la superficie hasta la órbita a bordo de las Thundehawk, en la que la mitad del capítulo fue aniquilado. Tan solo la II Compañía, especializada en los abordajes, logro atracar sobre el Acechador Implacable, la nave Capitular, mientras los enormes esqueletos de las naves destruidas descendían desde el ardiente cielo de Pompeya.

Para cuando pudieron tomar el control, el resto de la flota había sido aniquilado. Y solo se había logrado salvar 1/3  de la semilla genética de a bordo. Luchando por mantener al Acechador Implacable operativo, y frente a un enemigo abrumadoramente superior no pudieron más que contemplar como Pompeya era reducido a cenizas. Con la tripulación disponible solo una de las armas de batalla del Acechador se encontraba operativa, pero a pesar de ello y apoyándose en su enorme tamaño se lograron destruir algunas de las barcazas enemigas, en incluso un crucero de batalla, que fue literalmente partido por la mitad cuando el Acechador lo embistió con su enorme espolón de proa. Logrando abrir una brecha en la flota atacante, aunque incapaces de emprender un viaje por la disformidad hasta el mundo imperial desarrollado más próximo, el Acechador Implacable se vio obligado a efectuar una maniobra de emergencia para estacionarse en el planeta Mirmídia. Al ser una nave diseñada para operar supraorbitalmente y atracar únicamente en estaciones espaciales los daños del aterrizaje fueron catastróficos, así que los restos de la II Compañía quedaron aislados y atrapados en Mirmídia. A pesar de todo la baliza de socorro del Acechador Implacable seguía funcionando y así lo haría durante dos o tres siglos, mientras la energía residual de los enormes motores de disformidad de la nave siguiera alimentando el sistema. Así que la única posibilidad era que alguna fuerza imperial próxima recibiera la señal y acudiera en su ayuda, algo poco probable teniendo en cuenta que se encontraban en los límites del Astronomicón, a más de 70.000 años luz de la sagrada Terra.

Por suerte para los supervivientes, Mirmídia era un mundo poco hostil, con clima temperado y estables, con especies xenos menores y tribus humanas poco desarrolladas. Lo que facilitó que pudiera establecerse un puesto avanzado con relativa facilidad, pues todos los materiales y equipo debieron extraerse de la humeante estructura del Acechador Implacable.

 Durante los primeros años los supervivientes, comandados por el capitán Draco de la II Compañía, se centraron en la construcción y defensa de un bastión en el que sobrevivir hasta su rescate, poniendo especial ímpetu en la conservación de la semilla genética. Con el paso del tiempo comprendieron que el rescate podría no llegar jamás, así que tras un concilio celebrado ante la oxidada estructura de la que antaño fuera su nave capitular, todos y cada uno de los marines supervivientes aceptaron servir al emperador de la única manera en que les era posible hacerlo. Les había sido negada la posibilidad de viajar entre las estrellas tal y como el emperador deseaba que hicieran, pero si podían asegurarse de que su luz se extendiera por todo el planeta. Aquel concilio sería conocido como el Concilio de Mirmídia, y se dice que desde aquel momento los antiguos Ángeles Errantes empezaron a  llamarse a sí mismos Mirmidones. Muchas de sus antiguas tradiciones fueron olvidadas pero se aseguraron de que una de ellas permaneciera imborrable. Un enorme monolito de piedra fue erigido junto a los restos del Acechador Implacable y esculpidos sobre su piedra perduran los nombres de todos los hermanos caídos durante el desastre de Pompeya, junto al que desde entonces es el lema del capítulo: “En su sagrado nombre”. Era un recuerdo de su tragedia, pero también una promesa a su esperanza de surcar nuevamente las estrellas para cumplir con su justa venganza.

En la actualidad el monolito y el lugar en el que una vez estuvieron los restos del Acechador Implacable son veneradas por el capítulo de los Mirmidones y considerado el lugar más sagrado de la galaxia solo por detrás de la propia Terra.

“Largo y tortuoso es el sendero que discurre hacia la luz desde la oscuridad”

Versículo CLXIX de la Sacra liturgia Draconica

El Aislamiento en Mirmídia (887-998.38.M)

Mirmídia es por lo general un mundo temperado, a excepción de sus polos glaciares, la temperatura media oscila entre los -6 y los 68º Celsius a lo largo de su extensa zona ecuatorial. Lo que ha favorecido el desarrollo de una biodiversidad extraordinaria especialmente en sus extensos océanos, que cubren aproximadamente el 78% de la superficie planetaria. El 22% restante se divide entre las masas glaciares de los polos y las miles de islas que salpican su superficie. Las infinitas islas de Mirmídia son los restos de un único subcontinente, fragmentado entre 125-110 millones de años antes de la llegada del Acechador Implacable y como consecuencia de la enorme inestabilidad tectónica que padece el planeta. Algunas de las masas terrestres se unificaron con el paso del tiempo formando así las cuatro islas principales de Mirmídia: Kratia, Magnétia, Ftiótide y Tesalia en la zona temperada, así como a la masa sólida que se ha aglutinado en los polos del planeta dando lugar a las gélidas tierras de Tártarus al sur y Polaris en el norte.

Los abundantes volcanes de Mirmídia, herencia de su inestabilidad geotérmica, hacen que muchas de las islas sean inhabitables o dejen de serlo de un día para a otro lo que ha dificultado la proliferación de asentamientos estables en el planeta. A pesar de ello y debido a su tamaño, las grandes islas ofrecían una mayor flexibilidad ante tales acontecimientos por lo que inevitablemente fue allí dónde florecieron las primeras comunidades humanas. No se sabe cómo llegaron hasta el planeta, aunque lo más probable es que éste ya formara parte del Imperio en algún punto de su inmemorial pasado y simplemente fuer abandonado ante la imposibilidad de defenderlo a casi 78.000 años luz de la sagrada Terra. Por una u otra razón, nada quedaba ya del pasado imperial de Mirmídia si es que éste alguna vez había existido.

Cuando el Acechador Implacable cayó sobre Mirmídia, la más avanzada de las comunidades humanas del planeta (localizada sobre la isla de Magnétia) apenas había empezado a experimentar con la pólvora. Y era un logro tecnológico extraordinario en comparación con el resto de comunidades, asentadas en ciudades Estado más o menos interdependientes, la mayoría se limitaba a la agricultura, la minería y la caza intentando con mayor o menor suerte sobrevivir a los caprichosos desastres naturales del planeta. Excepcionalmente algunas comunidades localizadas mucho más al sur, en las gélidas tierras de Kratia, habían logrado prosperar como sociedades adaptadas a un modo de vida casi nómada y basaban su supervivencia en los asaltos a otras comunidades menores y eventualmente a las islas más cálidas y pobladas, y por lo tanto mejor defendidas.

Las especies xenos de Mirmídia, estaban por lo general subyugadas a los humanos, o demasiado diezmadas como para suponer una amenaza seria a su supervivencia. La orografía del planeta, con sus infinitas islas, había facilitado que las especies más peligrosas quedaran confinadas en islas aisladas a las que lo humanos rara vez acudían. Esporádicamente aparece algún ejemplar, fruto de las constantes interconexiones entre islas que se deriva de su actividad tectónica, pero son hechos aislados y en general los habitantes de Mirmídia consideran esas apariciones como presagios. Desde luego ningún aparición de megalópodo o megalosaurio ha suscitado jamás tantas profecías ya advenimientos como lo hizo la llegada de los hijos de gran Dios a cabalgando sobre su Dragón Estelar herido de muerte. Y ciertamente el día que el Acechador Implacable apareció envuelto en llamas sobre el cielo de Mirmídia, la historia del planeta cambió para siempre.

El aterrizaje del Achechador tuvo lugar sobre la extensa isla de Ftiótide, ya de por sí maltratada por sus numerosos volcanes, y sus escasos habitantes huyeron de aquel lugar como de la enfermedad. Habían transcurrido siglos, puede que milenios, desde la última llegada de algún Caminante de las Estrellas y todo cuanto quedaba en la memoria colectiva de los habitantes de Mirmídia acerca de tales acontecimientos hablaba de sangre y fuego, de tortura y desapariciones, de seres de oscuros rostros portadores del fuego oscuro y bestias capaces de partir a un hombre por la mitad con sus brazos. Transcurrieron años antes de que algún humano se atreviera a pisar Ftiótide, que pasó a ser considerada una tierra maldita. 

Tras el Concilio de Mirmídia, los antiguos Ángeles Errantes iniciaron la construcción de una fortaleza permanente, posteriormente bautizada como Bastión de Tormentas debido probablemente a las constantes tormentas eléctricas que se desatan sobre la zona. Los escasos tecnosacerdotes del capítulo utilizaron todo el equipo que tenían a su alcance para determinar la zona geotérmica más estable de la región, que sorprendentemente resultó ser el enorme cráter de un volcán extinto, anterior al desmembramiento del supercontinente primigenio de Mirmídia, y situado al Sur oeste de la isla de Ftiótide. La tarea fue ardua, y se cree que fue por aquel entonces cuando el capitán Draco comprendió que para la supervivencia del capítulo era imprescindible reiniciar el reclutamiento.

Se dice que él mismo en persona emprendió la tarea de visitar una a una todas las comunidades humanas que consideró dignas, unas cuantas sin embargo debieron ser purgadas, pues su actos discurrían por sendas peligrosas y alejadas de la luz del emperador, se reunió con todos y cada uno de los líderes de las comunidades restantes y a todas se les propuso el mismo pacto. Desde aquel día todo humano sobre la faz de Mirmídia debía de venerar al Emperador de la Humanidad como su único Dios y respetar una serie de preceptos, conocidos como la Sacra Liturgia Draconi, en la que se enumeran desde los comportamientos acordes a la fe en el Emperador a instrucciones básicas para la fabricación de estructuras, el tratamiento de metales y diversos materiales, un calendario e instrucciones para la navegación, así como un largo etcétera que se ha ido ampliando con los siglos y que conforman el principal baluarte de cada comunidad desde que lo recibió. Si lo respetaban, tendrían la eterna protección del Emperador frente a cualquier enemigo de la humanidad. La liturgia Draconi también establecía la clara prohibición de pisar la Isla de Ftiótide salvo bajo una condición, en la que con directrices precisas se explica cómo celebrar anualmente de un acontecimiento que desde entonces ha regido la vida de todos los habitantes de Mirmídia. Aquellos que desobedecieran los preceptos, serían purgados, al igual que aquellos que se atrevieran a pisar la Isla de Ftiótide bajo cualquier otra circunstancia. En la práctica esto resulto fundamental para el capítulo, pues todos aquellos que osaron desviarse de la luz del emperador fueron redimidos mediante una sacra lobotomía y el trabajo de por vida como siervos y trabajadores del capítulo.

El Bastión de Tormentas

El principal problema al que el capítulo debió hacer frente tras el Concílio de Mirmídia fue la conservación y mantenimiento de su armamento y tecnología, especialmente la relacionada con la conservación y tratamiento de la semilla genética y órganos progenoides. Como resultado, el papel que los Tecnosacerdotes y Apotecarios del capítulo desarrollaban en su estructura se volvió fundamental. El propio Draco asumió éste hecho como algo necesario, pues el mismo se encargó de situarlos como sus más destacados consejeros, hubo discrepancias en el seno del capítulo, pero finalmente fue aceptado como algo necesario. Esto se tradujo en la incorporación en el adiestramiento de los reclutas de algunas doctrinas básicas sobre mantenimiento y fabricación de armas y equipos. El cuidado de la semilla genética y el tratamiento de los órganos progenoides y su implantación permaneció estrictamente al cargo de los Apotecarios, pero se amplió la partida de reclutas destinados a ese fin, así como el número de apotecarios que servían en cada compañía. Todo con la finalidad de salvaguardar la pureza de la semilla y al mismo tiempo impedir cualquier pérdida. Poco a poco el capítulo empezó a recomponerse y en aproximadamente el transcurso de un siglo, una nueva compañía completamente formada por exploradores reclutados en Mirmídia había sido creada. Desde ese momento las Compañías pasaron a denominarse Centurias, y la primera compañía, compuesta por los primeros hijos de Mirmídia fue bautizada como Mirmidonae Centuri. En contraposición a las de sus veteranos hermanos, los antiguos Águilas Errantes, cuyas armaduras eran azules ribeteadas en blanco, se les distinguió con los ribetes en el color brillante del fuego Mirmídeo, el  que escupían incesantemente los numerosos volcanes del planeta.

 Eran inevitablemente armaduras de peor factura que las de sus hermanos, pero al menos se había logrado salvar la suficiente ceramita, adamantino y demás placas del blindaje del Acechador como para fabricar las necesarias. La doctrina marcial de los neófitos también se vio alterada de forma ineludible debido al exasperante ritmo al que los escasos tecnosacerdotes podían atender las múltiples tareas y seguir reponiendo las armas y munición del capítulo. Eso provocó que se profundizara en la instrucción del combate cuerpo a cuerpo y las armas que requerían un menor mantenimiento mientras que las demás fueron celosamente custodiadas por los tecnosacerdotes y los múltiples ayudantes que ahora les servían. Éstos las estudiaron infinitamente intentando salvaguardar sus secretos e intentaron por todos los medios que nada se perdiera, para lo que los equipos de prospección que se habían recuperado del Acechador ayudaron sobremanera, haciendo posible la extracción minera, algo imprescindible para el sostenimiento de la tecnología.

A medida que el capítulo iba aumentando sus recursos pudo acelerarse la construcción de la enorme fortaleza-monasterio, sobre el cráter del volcán que los lugareños habían conocido como Vesubiam, o Nido de las Tormentas. Todos el equipo y material del Acechador que aún era utilizable o reparable fue finalmente llevado hasta allí, abandonando el lugar como rincón sagrado destinado únicamente a la peregrinación. Se transportó también la baliza de la nave, que fue reinstalada, y aún hoy perdura  venerada como una de las mayores reliquias del capítulo en el interior del Reclusiam. Se inició también la titánica tarea de desmontar y trasladar pieza a pieza el enorme cañón de batalla de la nave que no había resultado destruido, para instalarlo nuevamente en un enorme silo, hoy conocido como La Garra del Águila.

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