martes, 28 de mayo de 2013

Custodios del Tridente VII: Cara a cara con la oscuridad 06 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 06

--Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

No estaban seguros de si la transmisión había sido o no recibida por la Nudus Pugio, pero no podían hacer nada más, la energía se agotó con rapidez y la centralita de comunicaciones volvió a quedar en silencio. Trataron de volver a derivar electricidad de las pocas luces parpadeantes a alguna de las baterías, pero tras una serie de chispazos quedó claro que éstas no volverían a la vida.

Agufer ordenó continuar hasta dar con el Puente de Mando, ya no debía estar lejos según sus cálculos. Y no lo estaba, llegaron a una intersección donde desembocaban un buen número de corredores, justo en el centro se encontraba la arcada que daba paso a lo que debía ser el Puente de Mando del Pájaro Negro. Casi al instante percibieron sonido de lucha en un corredor a su izquierda. El sargento dividió su menguada escuadra en dos. Frehid y Jefuro mantendrían la posición justo a la entrada del Puente de Mando, mientras Agufer se llevaría a Sadus y Ghuno a investigar, no podían correr el riesgo de inspeccionar la sala de control y tener al enemigo a tan sólo unos metros.

Ghuno agarró con fuerza el mango de su espada corta mientras seguía los pasos de Agufer, más adelante Sadus abría la marcha. Llegaron a una nueva intersección y, al girar a la derecha, se toparon de frente con otro ser oscuro, que estaba combatiendo con un par de Tridentes.

- ¡Gracias a Dorn!, son Dillos y Humder - dijo Sadus mientras lanzaba su asta de plastiacero con fuerza.

El monstruo esquivó el proyectil mientras empujaba a un lado a Humder. Dillos, con un aparatoso vendaje en la cabeza, aprovechó para hundirle el cuchillo de combate en el cuello a aquella cosa. Con un grito Agufer se abalanzó esgrimiendo su espada sierra cercenando de un golpe una de las extremidades oscuras. Ghuno llegó sólo unos instantes después y enterró su hoja en la espalda. Cuando la cosa se derrumbó todos se miraron, sin mediar palabra comenzaron a despedazar al monstruo.

Acabado el trabajo volvieron a reunirse con los que se habían quedado de vigilancia en la entrada del Puente de Mando. Humder les contó que Kerjo había muerto poco después de que lo vieran desaparecer, y que él y los demás, tras perseguir al enemigo con intención de vengar al Tridente caído, se encontraron perdidos. Había sido Dillos el que había propuesto subir a lo más alto de la astronave para buscar la sala de control central. Relataron un periplo muy parecido al que habían vivido ellos mismos, con gran número de enfrentamientos contra genestealers, en uno de ellos había caído Énghajar, luego se toparon con una zona sin esa extraña niebla oscura y pudieron avanzar sin impedimentos hasta que se habían encontrado con ese extraño ser.

- Entonces somos siete. Hemos logrado enviar una transmisión al exterior, pero no sabemos si nos han escuchado. Debemos explorar el Puente de Mando. - resumió Agufer antes de que se pusieran en marcha de nuevo.

Penetraron en la sala de control tomando todas las precauciones posibles. La escuadra se abrió en abanico e inspeccionó cada rincón antes de centrarse en las múltiples mesas con indicadores, medidores y pantallas. Sólo había algunas luces parpadeantes sin ninguna utilidad, los aparatos estaban desconectados, pero era algo que esperaban. Jefuro se encargaría de encontrar la manera de devolver a la vida a aquella sala, Ghuno estaba seguro de ello. No sería la primera vez que su hermano demostraba tener cierta pericia con los aparatos electrónicos, en Colcheru había logrado conectar una de las armas acopladas de una Stormtalon derribada y con ello había conseguido que la escuadra escapara de un peligroso cerco orko.

Pasada media hora era evidente que no iba a ser fácil conectar los aparatos. Jefuro dijo que necesitaban ver si los cables de alimentación habían sido cortados o sufrían fallos, lo que suponía invertir bastante tiempo en seguir cada puñado de cables. Agufer los agrupó para volver a planificar el modo de actuar. Sin embargo, justo antes de empezar a enumerar las posibilidades, Sadus, de guardia en la puerta de entrada, dio la voz de alarma para caer después derribado por un ser oscuro, ambos giraban por el suelo agarrados, lanzándose rápidos golpes. Antes de que los demás pudieran acercarse a ayudar a su hermano dos aberraciones más irrumpieron en la sala. Los astartes reaccionaron al instante, avanzando en una carga hacia los enemigos con el grito "¡Por el Tridente!" en sus labios.

Ghuno desvió un golpe de través y lanzó una patada. El ser se escabulló de su ataque y chocó contra Jefuro derribándolo, inmediatamente usó uno de sus brazos angulosos como un látigo abriéndole una fea herida en el rostro al caído. Frehid empujó al monstruo antes de que diera un nuevo golpe, poniéndolo una vez más al alcance de Ghuno, que clavó su espada corta en lo que parecía el muslo de la aberración. Más allá el otro ser oscuro acababa de lanzar a Humder contra uno de los aparatos,  Agufer y Dillos se esforzaron a fondo por desviar los ataques dirigidos al apotecario, haciendo retroceder al monstruo.

La espada se quedó alojada en la pierna de aquella cosa, así que Ghuno se encontró desarmado frente a un nuevo ataque de la aberración, esquivó como pudo el golpe echándose hacia atrás, pero la punta de la extremidad viscosa le abrió la mejilla hasta el labio superior, por lo que se le llenó la boca de sangre. Aquello lo enfureció, trató de agarrar la extremidad de aquella cosa, pero no lo logró. Frehid aprovechó el momento para lanzar un tajo al pecho del monstruo, pero apenas le abrió una herida leve y tuvo que parar a la desesperada una serie de rapidísimos golpes de las angulosas extremidades. Jefuro se había levantado y trataba de ayudar a Sadus, que seguía enredado en el siniestro abrazo del primer ser que había aparecido, y cuyos dientes aserrados ya habían arrancado una de las orejas del guerrero.

Los Tridentes lo estaban pasando mal, Sadus sangraba por la cabeza en el lugar donde antes había estado su oreja izquierda, mientras se esforzaba por mantener las extremidades del ser que se encontraba sobre él aprisionadas entre sus manos, además pugnaba por esquivar las dentellabas que le lanzaba a la cara. Ghuno estaba desarmado, y notaba como sus dientes superiores parecían estar al aire. Frehid se las apañaba para luchar con su único brazo, pero se le notaba frustrado por la situación. Jefuro también había perdido el arma y golpeaba la espalda del enemigo de Sadus con sus antebrazos. El apotecario, Humder, luchaba por volver al combate, se había atascado en el aparato con el que había chocado. A Agufer su enemigo le acababa de arrancar la hombrera derecha con un golpe que lo había lanzado hacia una consola plagada de botones, para luego encararse con Dillos que se defendió desesperadamente de otra serie de golpes en rápida sucesión.

Ghuno tropezó con algo en el suelo. Era la improvisada lanza de Sadus, la agarró y avanzó hacia el ser oscuro que se enfrentaba con Frehid. De un sólo golpe la enterró en el estómago de la aberración, pero ésta no cayó, golpeó en el costado a Frehid y trató de ensartar a Ghuno con su propia espada, que se había desclavado del muslo. Ghuno se lanzó al suelo girando y logró esquivar el ataque, entonces vio como una extremidad oscura se enroscaba alrededor del cuello de Jefuro, al otro lado de la sala, cerca de la entrada del Puente de Mando, y la cabeza de su hermano salió disparada a un lado cortada limpiamente. En la puerta habían aparecido dos monstruos más.

Cegado por la pérdida de Jefuro, Ghuno se lanzó de cabeza hacia los nuevos enemigos. Fue una mala idea, casi sin darse cuenta uno de los seres le había golpeado una pierna derribándolo, mientras caía el segundo le abrió una brecha en la cabeza. Desde el suelo fue testigo de algo sorprendente, de la nada apareció un enorme objeto metálico volando que se clavó profundamente en donde debería estar la clavícula de uno de los seres oscuros. Era un hacha de guerra, pero simple, no parecía de energía. Tras el hacha llegaron un par de astartes de servoarmadura roja y negra cargando en tromba. Derribaron a la segunda aberración y uno de ellos comenzó a descargar sobre ella tremendos golpes con lo que parecía un hacha sierra de buena factura.

Ghuno apenas entrevió que el símbolo de sus hombreras era un hacha roja sobre fondo negro, cuando entraron cinco más de estos astartes. Pronto los Tridentes y sus nuevos aliados dieron la vuelta a la situación que poco antes los había mantenido en un combate a la desesperada. Los seres oscuros fueron cayendo irremediablemente. Ghuno tuvo que reconocer que los gigantes rojinegros eran unos buenos combatientes, un tanto salvajes, pero sabían bien usar sus hachas, de hecho apenas hicieron un puñado de disparos con sus bólteres durante el combate.

Despedazados los cuerpos viscosos de las aberraciones, y mientras Humder se ocupaba de su tarea con el cuerpo de Jefuro, ambos grupos de astartes se reunieron en el centro de la Sala de Control del Pájaro Negro. Se estrecharon los antebrazos al modo guerrero e intercambiaron unas cuantas palabras.

- Sargento Agufer, Quinta Compañía de los Custodios del Tridente, Escuadra Nubes de Humo. - la voz del sargento era firme.

- Sargento Tolomu, de la Segunda de los Hacheros, Escuadra Invierno Negro. Los estábamos buscando.



El gigante se desabrochó los cierres del casco y se lo quitó. Ghuno se sorprendió ante un rostro curtido pero de tez pálida, cabello rubio y ojos de color gris. La expresión era de salvaje satisfacción, la mirada aún parecía estar en el fragor de la batalla.

- Bien, los hemos encontrado, su capitán estará contento. Y ahora, si no os importa, tenemos que reunirnos con su grupo, nos estamos perdiendo la diversión.

- Espere, ¿mi Capitán está aquí? - Agufer mostró la sorpresa que toda su escuadra sentía.

- Oh sí, al abordar la nave nos topamos con un gran número de genestealers y un par de cosas de esas - Tolomu señaló de manera despectiva los restos de las mutaciones oscuras - Su Capitán y su escolta se quedaron haciéndoles frente mientras nosotros nos dirigimos hacia aquí.

Ghuno miró a sus hermanos. Frehid y Humder tan sólo tenían unos cuantos cortes nuevos. Dillos también parecía estar bien, aunque su armadura había sufrido bastante castigo. Sadus se tocaba el lado donde antes se encontraba su oreja izquierda, además parecía que sus guantes se habían desgastado de manera extraña. El sargento Agufer había perdido una hombrera y parecía dolerse de algún daño interno, pero no debía ser grave.  En cuanto a él, sangraba de un corte en la frente y un buen pedazo de la piel de su mejilla izquierda se encontraba colgando de un corte que, por lo que pudo apreciar tal palparse un poco, dejaba ver parte de su dentadura.

Debían presentar un aspecto horrible, sobretodo porque las servoarmaduras habían sufrido múliples arañazos y cortes, pero estaba seguro que, como él, sus hermanos estarían más que dispuestos de volver al combate.


(la imagen es una alteración y re-coloreado de una imagen obtenida a partir de la web bolterandchainsword.com)

lunes, 27 de mayo de 2013

Hijas de Tramiha (Hermanas de Batalla) [Trasfondo Principal]

HIJAS DE TRAMIHA

La Orden Menor Hijas de Tramiha fue fundada dos siglos después del inicio del M40. Antes de convertirse en una Orden Menor formaban parte de una Preceptoría subsidiaria de la Orden de la Rosa Sagrada, establecida en el Sistema Ilhandu, con alrededor de mil hermanas listas para entrar en combate. Sin embargo, la historia tenía preparado otro destino para estas sororitas.

Fueron las acciones de la Canonesa Preceptora Iulanda Tramiha las que acabaron llevando a la fundación de una nueva Orden Menor del Adepta Sororitas a partir de las hermanas que quedaron tras el Error de Okonde.

Okonde, Inquisidor del Ordo Hereticus que realizaba sus actividades en varios sistemas cercanos a Ilhandu, logró destapar una serie de sectas heréticas a lo largo y ancho de al menos cuatro sistemas imperiales. Según su opinión aquellas sectas tenían un vínculo común que hacía peligrar el equilibrio de la fe en aquel área imperial. Pidió ayuda a las fuerzas imperiales externas más cercanas, para destruir por completo aquellos cultos herejes, tres regimientos de la Guardia Imperial y las hermanas asentadas en Ilhandu respondieron a su llamada. Sin embargo, aquellas supuestas sectas heréticas no eran más que versiones fanáticas del culto al propio Emperador. Okonde se había equivocado.

Ochocientas sororitas bajo el mando directo del Inquisidor Emaul Okonde, apoyadas por cerca de siete millones de soldados de la GI, llevaron a cabo una purga a gran escala en más de diecisiete planetas, destruyendo, a su paso, cerca de dos mil poblaciones de tamaño diverso, y causando la muerte a setenta y nueve millones de personas tanto de forma directa como indirecta, según las estimaciones posteriores.

La Canonesa Tramiha, fervorosa servidora del Imperio de la Humanidad, siempre pensó que sus hermanas y ella estaban llevando a cabo la voluntad del Emperador, sin embargo, cuando se hallaban de camino hacia su vigesimoprimer destino descubrió la horrible verdad, Okonde no sólo había errado al tachar a aquellas sectas como heréticas, sino que cuando él mismo se dio cuenta, casi al comienzo de la misión, decidió callar la verdad, pues ansiaba ganar notoriedad a cualquier precio, utilizando a las sororitas como un simple instrumento para lograr su objetivo.

Se cuenta que Tramiha entró en cólera, y que su furia prendió en su corazón como lava ardiente. Sin pensárselo dos veces la canonesa, junto a dos escuadras de sus hermanas se abrieron paso entre cientos de soldados de la GI que, posteriormente se demostró, estaban corruptos, hasta llegar al puente de mando de la Flagelo del Alma, nave insignia de Okonde, donde éste se encontraba y la propia Tramiha atravesó su corazón con su espada bendita. Pero aún no había acabado, la Canonesa transmitió a todas las naves de la flota que el Inquisidor había sido ejecutado por su mentira y traición, y que la misión de purga había acabado; sin embargo, los regimientos de GI que se habían puesto a disposición de Okonde atacaron a las sororitas en todas y cada una de las naves que las fuerzas imperiales compartían, posiblemente habían sido corrompidos por la misma visión de poder y gloria de Okonde.

Las Hermanas de Batalla lucharon con valor, todas compartían la furia de Tramiha. Habían sido engañadas y traicionadas. No está claro cómo lograron sobrevivir en una inferioridad tan marcada, pero lo cierto es que al término de las luchas intestinas, sólo cincuenta y dos sororitas seguían con vida y tan sólo cerca de tres mil soldados renegados lograron escapar.

El cuerpo de Tramiha fue hallado en la zona de carga de la Flagelo del Alma, que se encontraba a la deriva, a su alrededor más de cien soldados renegados yacían muertos. Según las hermanas que encontraron el cadáver la piel de la Canonesa brillaba pálidamente, sus ojos, abiertos, eran de un blanco níveo y sus labios de un intenso color morado.

Tras aquél terrible episodio la Preceptoría de la Orden de la Rosa Sagrada del Sistema Ilhandu, se encontró con tan sólo doscientas cuarenta y dos hermanas aptas para el combate, pero con una ciega determinación a enmendar su error. La nueva Canonesa transmitió a la Orden Mayor de la Rosa Sagrada el deseo de las hermanas por fundar una orden menor en honor de Tramiha, y cuya primera misión sería localizar a los soldados renegados huidos.

Su petición fue aceptada, y así nació la Orden Menor de las Hijas de Tramiha.


CENTRO DE OPERACIONES. CONVENTO PRINCIPAL

Las Hijas de Tramiha siguieron ocupando el Convento que ya se les había asignado como hermanas de la Rosa Sagrada en Mehufa, un planeta santuario del Sistema Ilhandu, si bien realizaron una serie de ampliaciones para transformarlo en un convento de mayor envergadura.

Con el paso del tiempo han logrado abrir una serie de conventos menores en diversos Sistemas cercanos, con la firme intención de vigilar de cerca las posibles sectas que aparezcan y no volver a caer en el error de no comprobar con sus ojos la verdad de la fe de los grupos que se formen.

APARIENCIA. TEMPERAMENTO

Suelen ser mujeres de aspecto similar entre sí, posiblemente debido a su entrenamiento y a su intención de formar un grupo cohesionado y que no haya individuos que destaquen más que el resto. No obstante, en estatura sí hay gran diversidad.

Una característica de las Hijas de Tramiha respecto a su aspecto es la palidez de su piel, que suelen mantener así como homenaje a Iulanda Tramiha. De hecho, aunque no está claro, hay informes que señalan que estas sororitas untan su piel con ceniza para acentuar el color pálido.



ESTILO DE COMBATE

Las Hijas de Tramiha destacan por su combate de guerrillas, más que una característica que se hayan esforzado por lograr es una necesidad, pues suelen combatir en grupos reducidos, ya que, siendo una Orden Menor su número es limitado y sin embargo mantienen una cantidad importante de Conventos en bastantes sistemas.

De temperamento frío y rígido, son el prototipo de cualquier fervorosa creyente del Emperador, y se muestran inflexibles ante la herejía y el engaño. En combate muestran una gran fuerza de voluntad, en un intento de demostrar que el peso de la batalla bien podría estar siempre sobre sus hombros.

ORGANIZACIÓN

No difieren de la organización de cualquier orden de Hermanas de Batalla. Quizás, habría que destacar el alto número de hermanas con rango intermedio, es decir Canonesas Comendadoras y hermanas Palatinas, que se explica por la cantidad de Conventos que la Orden mantiene en un buen número de planetas.

EQUIPO

La armería de las Hijas de Tramiha es amplia y variada, sobre todo porque mantienen buenas relaciones con los lugares donde se asientan, además, claro está, de ser una de las fuerzas más preparadas con las que un inquisidor del Ordo Hereticus puede contar en esta zona de la galaxia.

De igual modo poseen gran variedad de vehículos y naves espaciales.



RECLUTAMIENTO

Se mantienen celosamente guardados los pocos informes que hay al respecto. Sólo se sabe que no rechazan a ninguna mujer que intente entrar a formar parte de la Orden, si bien son muy exigentes con las pruebas de acceso, sobre todo en cuestiones de fe.

LAS HIJAS DE TRAMIHA EN LA CAMPAÑA AVES MUERTAS

Las Hijas de Tramiha mantienen varios conventos en los tres sistemas implicados en la Campaña Aves Muertas, todos ello Comendadorías, con alrededor de doscientas hermanas en cada uno:

- En el Sistema Belerin hay un Convento de las Hijas de Tramiha: se encuentra en el planeta Belerin Primus.
- En el Sistema Dolnúdaca hay un Convento de las Hijas de Tramiha en el planeta Gurbin.
- En el Sistema Sagkeion Lambda hay un convento de las Hijas de Tramiha en el planeta Byrel Entego.

Al inicio de la Campaña posiblemente enviaran mensajes a sus hermanas de los sistemas cercanos.

[[¡¡ATENCIÓN!!

Tu ejército puede interactuar con las Hijas de Tramiha en tus narraciones y relatos, simplemente no alteres lo que en esta entrada aparece sobre estas Hermanas de Batalla.

Además, este ejército no puede ser destruído, pues forma parte del trasfondo principal de la Campaña.]]


 (Algunas de las imágenes que aquí aparecen son alteraciones y recoloreado de imágenes obtenidas a través de: utilidades de la web bolterandchainsword,com , y de la página Wikihammer40k)



viernes, 24 de mayo de 2013

Los tres sistemas implicados 02 [Trasfondo principal]

LOS SISTEMAS PLANETARIOS DE LA CAMPAÑA 02

Holomapa Sistema Belerin


Holomapa Sistema Dolnúdaca


Holomapa Sistema Sagkeion Lambda


jueves, 23 de mayo de 2013

Custodios del Tridente VI: Cara a cara con la oscuridad 05 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 05

Se metieron en un cubículo a hablar sobre lo ocurrido. El propio Ghuno se quedó en la puerta, de guardia, mirando a un lado y al otro del corredor mientras escuchaba lo que hablaban sus hermanos. Evitó mirar los restos del ser oscuro.

- Todos sabéis que debe haber más de esas cosas - Agufer hablaba sentado en un arcón metálico, demasiado pequeño para su tamaño, pero que parecía aguantar. Estaba limpiando metódicamente su espada sierra. Quizás echaba de menos su espada de energía, se dijo Ghuno.

- ¡Qué vengan! ¡Por Dorn! - Sadus parecía excitado, el encuentro había marcado profundamente su servoarmadura, el símbolo del Águila aparecía casi irreconocible, sin embargo haber abatido al ser parecía haberle dado fuerza, su mirada era de marcada determinación.

- Hermano, estoy deseando destruir más de esas aberraciones, pero míranos. - Jefuro hizo un amplio ademán enmarcándolos a todos.

Frehid se había vendado el muñón del brazo tras aplicar una solución de tejido epidermocelular en cuanto su cuerpo había comenzado a cicatrizar la horrible herida. Levantó la cabeza para encararse airado a Jefuro. Pero éste había posado ya la mirada sobre el inerte cuerpo de Feregar, que habían colocado en un rincón, con sus armas cruzadas sobre el pecho.

- Hermanos, ¿cuánto llevamos aquí? ¿catorce horas estándar? ¿a cuántos hemos perdido? - Jefuro no hablaba apesadumbrado, sino que utilizaba su habitual tono analítico.

- Jefuro, somos Tridentes, no podrán con... - Sadus agarraba con fuerza su improvisada lanza de plastiacero.

- ¿Cuántos?

- Si damos por perdidos a los hermanos que fueron en pos de Kerjo han caído seis guerreros - contestó Agufer con tono grave - pero hemos vengado con creces sus muertes, si es que están muertos.

- Sargento, estoy de acuerdo en que hemos acabado con un gran número de genestealers, y por el Emperador que son unos xenos difíciles de abatir.

- Entonces, ¿qué estamos haciendo?, salgamos ahí fuera, ¡avancemos!. - Frehid dejó traslucir su furia mientras hablaba.

- Esperad, pensadlo. En más de la mitad del tiempo asignado hemos visto morir a manos de los genestealers sólo a Hurged, incluso si Kerjo y los otros han muerto estaríamos hablando de cinco muertos en trece horas, ahora sin embargo...

- ¡Oh por el Mango del Tridente! Jefuro ya estas con tus cuentas. - le espetó Sadus.

- ¡Silencio!, entiendo a donde quiere llegar nuestro hermano - el sargento se levantó imponiendo su autoridad - Este ser ha luchado sólo contra nosotros, y éramos seis, y sin embargo hemos tenido problemas para abatirlo. En catorce horas ¿cuántos genestealers has abatido tú Sadus? ¿o tú Frehid?

Ambos se revolvieron incómodos. Todos habían abatido un buen número de enemigos cada uno, sin embargo obviamente el ser era con mucho un oponente más peligroso. Ghuno trató de concentrarse en su vigilancia, como sus hermanos se sentía incómodo por lo que significaba que se hubieran necesitado seis Tridentes para abatir a un único enemigo. No estaban acostumbrados.

- De acuerdo, seguiremos con el plan original, debemos encontrar la manera de comunicarnos con el exterior.

- Sargento, no podemos dejar esas cosas aquí, deberíamos cazarlos. - espetó Sadus.

- Lo haremos, pero tenemos una prioridad, ¿alguna objeción Jefuro?

- No sargento, no tengo problemas en morir por mi deber, sólo planteaba un hecho.

- Tú y tus "planteamientos" - Sadus parecía haberse apaciguado un tanto y dejó que una sonrisa se pintara en su rostro.

Desde su puesto, Ghuno percibió como se aflojaba la tensión. Poco después se pusieron de nuevo en marcha. Dejaron el cuerpo de Feregar descansando en aquél lugar, su semilla, así como la de Hurged, las había recuperado Sadus, que las llevaba bien guardadas en el cinturón, era poco probable que no se degradaran, pero no podían dejarlas allí.



Pasada la decimoquinta hora lograron llegar a lo que parecía una sala de comunicaciones, probablemente de carácter secundario, pues era una serie de aparatos adosados a las paredes con una gran terminal en un rincón. Recordaba a una centralita de una ciudad colmena, pero de aspecto más anticuado y, en cierto modo, extraño. Probablemente estaba ideada para que los soldados tuvieran un medio de comunicarse al exterior cuando se encontraban en órbita de algún planeta o, quizás, para comunicarse con amigos o compañeros de naves de una misma flota. Eso significaba que las transmisiones no tendrían un alcance excesivo, pero sí suficiente como para poder comunicarse con la Nudus Pugio, o eso esperaban.

El problema era la energía, la astronave seguía sumida en las tinieblas y el silencio; aquí y allá había algunas conexiones y pequeñas luces que se encendían y apagaban, o que de vez en cuando generaban una pequeña chispa. Pero la energía general estaba inerte, precisaban generar suficiente electricidad para encender aquella centralita. Encontraron una serie de baterías acopladas al terminal central, pero parecían agotadas, sin embargo quizás pudieran recargarse si lograban derivar de alguna de aquellas luces intermitentes electricidad suficiente.

No era fácil, los cables eran pequeños para sus manos y dedos, y unos cuantos acabaron inservibles. Pero lo consiguieron, no tenían idea de cuanta energía habían logrado introducir en una de las baterías, pero la máquina comenzó a emitir un pitido en cuanto la encendieron. Tras un rápido estudio Jefuro conectó uno de los aparatos adosados en las paredes, una especie de comunicador de curiosa factura que Agufer pronto agarró. Comenzaron a buscar en las frecuencias de transmisión hasta que, con un suspiro de alivio, Jefuro dio con la Nudus Pugio, le hizo una señal al sargento y este comenzó a transmitir.

- Aquí la Nubes de Humo desde Pájaro Negro. ¿Están a la escucha Nudus Pugio?


--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

+++ Aquí... de Humo... Neg... ¿Están... escucha... Pugio? +++

- ¡Por Dorn!, ¿no puede escucharse mejor?

- Lo siento capitán, la transmisión no era demasiado buena, ya hemos pasado varios filtros por la grabación.

- De acuerdo, de acuerdo, continúe con el resto.

+++ Hemos.. .contacto... genestealers, repito... establecido... con... Pero hay... más... a bordo... mutación... altam... repito... xenos.. .peligrosa. ¿...Pugio me escucha? Nudus... aquí... de Humo...jaro Neg...  +++

- Eso es todo Capitán, el resto de la transmisión es ruido de estática, imposible de limpiar.

- No importa - Asirus se volvió y se acercó al grupo reunido. - ¿Qué opinan?

- Una mutación xenos peligrosa. - dijo Contoa pensativo.

- Sí, sí, todos lo hemos oído - el capitán parecía intranquilo.

- Debe ser destruída antes de que pueda salir de esa nave - dijo el gigante de negro y rojo, el extraño en aquella reunión.

- Estoy de acuerdo con nuestro aliado - añadió la sombría voz de Requiel.

Asirus miró primero al Capellán de su Compañía y luego al enviado de los Hacheros. Haber aceptado a aquél guerrero en la reunión le había parecido lo más acertado después de haberse esforzado por establecer una relación amistosa cuando ambos capítulos astartes habían contactado. Sin embargo, ahora no estaba tan seguro de si había sido una buena decisión.

- Sargento Tolomu, está sugiriendo que la astronave Preherejía sea destruída, ¿no es así? - espetó Asirus con tono neutro.

- Sí, si es preciso sí.

- ¡No vamos a asesinar a nuestros hermanos! - Inquirió Contoa mirando a los ojos del gigante.

- No es eso lo que sugiere nuestro aliado, no te preocupes Contoa - las palabras de Asirus eran gélidas.

Requiel se había alejado un paso después de las palabras de Tolomu y, como el Bibliotecario y el mismo Asirus, miraba directamente al Hachero. Éste ni se inmutó, desde que había sido invitado al Puente de Mando tenía una actitud ruda, pero no agresiva. Era muy grande para el estándar astartes, de hecho Asirus dudaba que en su propia Compañía hubiera alguien tan alto, quizás sí igual de ancho y, por lo que había podido ver, el resto de la escuadra también tenía esa estatura, por tanto debía ser una característica física de los Hacheros. No le importaba, le molestaba más esa actitud tosca que parecía normal en ese capítulo, o el que el sargento se hubiera empeñado en llevar con él aquella extraña hacha sierra, de buen tamaño, que no hacía más que rozar cada cosa que se ponía en su camino. No, no eran aliados que hubiera deseado para los suyos, pero esperaba que en batalla estuvieran a la altura.

- He tomado una decisión. Hemos logrado descubrir desde dónde se ha producido la transmisión, así que enviaré un equipo de extracción y, si es posible de destrucción. Sargento Tolomu, ¿quiere acompañarnos?

Al gigante rubio se le formó una sonrisa agresiva en el pálido rostro.

- Por supuesto, mi escuadra está a su disposión Capitán.

Contoa y Requiel se miraron. El Bibliotecario agarró suavemente a Asirus de un hombro y lo alejó del grupo.

- Vas a ir ¿cierto?

- Claro que sí, esta vez el tema es lo suficientemente importante como para que dirija al equipo en persona.

- ¿En quién has pensado?

- En la Caparazones de Tierra, desempolvaré mi armadura táctica dreadnought.

- Buena elección pero, ¿no te llevas a nadie de la Quinta? yo podría...

- No, te necesito en la Nudus Pugio, debes mantener el contacto con los Hacheros, ¿entendido? - gruñó Asirus.

- Entendido Gran Puño.

El Capitán bufó de manera agresiva, pero estaba sonriendo, esta vez no iba a cambiar de opinión. Se llevaría con él la mitad de la escuadra de Exterminadores más laureada de la Primera, y a la escuadra táctica de los Hacheros. Por fin iba a desfogarse.



(la imagen es una alteración y re-coloreado de una imagen obtenida a partir de la web bolterandchainsword.com)

La búsqueda de las almas: parte I [Relato]


LA BÚSQUEDA DE LAS ALMAS: PARTE 1

La arena blanca cubría todo la superficie hasta el horizonte, en continuas y suaves dunas. Un sol blanquecino debido a la atmósfera iluminaba la ceniza clara, generando un mundo monótono. Lo único que rompía la homogeneidad era una montaña a lo lejos, una sombra desde esa distancia. Sólo que en verdad no era ninguna montaña, sino una mastodóntica nave imperial de miles de años.
Entonces, una suave vibración recorrió la arena y un círculo de ésta empezó a brillar, señalando la apertura de un portal a la telaraña. Tras unos segundos, emergieron varias figuras a pie y vehículos. Entre los que se encontraban caminando había un vidente escoltado por 2 brujos, y una escuadra de 6 vengadores implacables. Sus uniformes y cascos los protegían de la inclemente atmósfera de la estepa helada, pero un observador atento, especialmente si fuera un psíquico, podría detectar un cierto brillo alrededor del grupo de eldars. A los xenos no les gustaba dejar nada en el aire.
El vidente dirigió su mirada a la nave derribada mientras la sondeaba psíquicamente, y sacudió la cabeza con preocupación.
-Caurmargtann dekar. Iem amkaran kal, iem amgeir.

El exarca de los vengadores implacables asintió y, tras echar un último vistazo a la nave espacial, entró dentro de un Serpiente. El vidente y los brujos lo siguieron. El convoy, compuesto por 4 transportes Serpiente y dos tanques Prisma, flotó a gran velocidad por el desierto blanco. Loirar Ahnvar, el vidente, intentó en vano penetrar las defensas que rodeaban la nave. El demonio era muy fuerte, sin duda; había algo allí dentro que lo alimentaba, y si no se le detenía, acabaría por descubrir lo que guardaba aquel planeta. La nave se había estrellado tan cerca… Tenían que agradecer a Isha que el demonio no se hubiera dado cuenta todavía de lo que yacía a un escaso kilómetro de él. Entonces, con sorpresa, el eldar comprobó el rastro de varias almas más, una de las cuales brillaba con más intensidad en el mar oscuro que era la esencia del demonio: mon-keighs, astartes. Loirar ya había visto cómo ellos estarían envueltos en el conflicto que estaba por suceder, pero no había previsto que se inmiscuyesen tan pronto. El eldar negó con la cabeza. Esos humanos tenían escasos minutos para salir de allí, o morirían con la nave. Al vidente no le agradaba que muriesen posibles aliados, más aún con el conflicto que estaba por llegar, aunque todavía no supiese con certeza quién era el verdadero enemigo. Pero el demonio debía ser destruido a todo coste, y unos cuantos mon-keighs era un precio asumible teniendo en cuenta lo que estaba en juego.
Entonces, el eldar notó una palpitación en toda la psique de la nave; Loirar agachó la cabeza instintivamente instantes antes de la explosión.



A pesar de estar todavía a varios kilómetros de distancia, la onda expansiva llegó hasta ellos e hizo temblar los tanques, cubriéndolos con un mar de arena blanca. Un grito psíquico acompañó al rumor de la explosión, arañando las conciencias de todos los eldars hasta desaparecer en la Disformidad. Los pilotos soltaron una maldición y lograron estabilizar el vehículo. No había sido nada grave, pero los había cogido desprevenidos. Loirar buscó de nuevo la conciencia del demonio, pero ésta había desaparecido, al igual que las de los mon-keigh. De hecho, toda la nave se había volatilizado. La arena en un kilómetro a la redonda descendía suavemente hasta parar abruptamente en un enorme agujero sin fondo, de varios cientos de metros de diámetro. El convoy eldar se detuvo donde empezaba la pendiente, y el vidente bajó de nuevo junto a los vengadores. Esta vez también bajaron el resto: 10 guardianes eldar acompañados de una plataforma con un cañón-D, 5 dragones llameantes con un exarca y otro grupo de brujos. Todos iban con sus colores propios, ya que el vidente les había avisado que no iban a necesitar el camuflaje para esta misión.
-Mon-keighs surta ag fare iem karan… -bromeó el exarca.
-Eath, fian dialcaman. Iem amashadin auel. –musitó el vidente.

El guerrero siguió la mirada de Loirar y entonces vio cómo en una parte de la pendiente la arena había desaparecido, dejando a la vista el inconfundible color del hueso espectral.
- Afrayel, -llamó el vidente. Uno de los otros brujos se acercó a él. Era un guardián de almas, los brujos encargados de levantar a los muertos y cuidar el Recorrido Infinito donde descansan.- iam furta geir.


El exarca miró con curiosidad al vidente.
-Ard Loirar, edasam iem arr.

Loirar lo miró y le contestó con una media sonrisa:
-Sheam Isha.





TRADUCCIONES
-Caurmargtann dekar. Iem amkaran kal, iem amgeir.: "Un demonio terrible habita allí. Tenemos que destruirlo, con rapidez."
-Mon-keighs surta ag fare iem karan…: "Parece que los humanos han hecho nuestro trabajo…"
-Eath, fian dialcaman. Iem amashadin auel.: " No, vengador implacable. Tenemos poco tiempo para ponerlos a salvo."
-iam furta geir.: "seamos rápidos."
-Ard Loirar, edasam iem arr.: "Noble Loirar, ¿qué estamos buscando?"
-Sheam Isha.: "Lágrimas de Isha."


martes, 21 de mayo de 2013

Sables Rotos: Capitulo II [Relato]


CAPITULO SEGUNDO


 
Fortaleza orbital Jerguen en órbita geoestacionaria sobre Gran Belerin
Pecio no categorizado, Sección de carga Delta 6
Hardigan acababa de vaciar el cargador de su escopeta y ahora permanecía apoyado sobre una de las frías paredes metálicas de aquella nave, el pavor se había apoderado de su rostro por completo y el corazón  a penas si le dejaba oír los gritos del cabo Karl, cuya figura se agitaba histéricamente con el rostro desencajado desde el otro lado de un mamparo blindado.
-¡¡Hardigan por lo que más quieras!!- El cabo acababa de pulsar la secuencia de comandos para cerrar las compuertas de la estancia. –¡Mueve tu maldito culo gordo hasta aquí!-. Con un gruñido las pesadas compuertas habían empezado a cerrarse.
 
-¡A la mierda, olvídate de él tenemos que largarnos de aquí!- El Dr.Heldian seguía tecleando frenéticamente los comandos sobre la servoconsola que sostenía entre sus temblorosas manos, en la pantalla circulaban sin cesar infinidad de códigos junto a un mapa tridimensional de la nave. Habían pasado un par de horas desde que él y cincuenta de los mejores hombres de la Fuerzas de Defensa Planetaria de Gran Belerin habían entrado en aquella nave infernal, siguiendo las órdenes directas del General Solceyx, adjunto al mando de la estación Jerguen.
 
La noche anterior el viejo le había hecho acudir furtivamente a su cámara personal, y allí le había dado órdenes estrictas de recopilar información acerca de los sistemas y funcionamiento de aquella extraña nave, que  había atracado sobre el muelle XXVI del sector Delta 6 apenas un par de semanas antes. Heldian no era estúpido, sabía que el General se traía algo entre manos y por ello había acudido directamente a él, en lugar de delegar el proceso al alto mando de la Guardia Belerinita. Pero el viejo general le había puesto sobre la mesa la suficiente cantidad de dinero como para no hacer  demasiadas preguntas, sin embargo ahora aquello no le parecía tan buen negocio.
 
Al principio todo había ido bien, la nave estaba en un estado de conservación bastante aceptable teniendo en cuenta su procedencia y antigüedad, además el doctor había comprobado con satisfacción como los conectores de su servoconsola portátil, tras forzarlos un poco, se adaptaban perfectamente a la mayoría de puertos de lectura de aquella nave. Inmediatamente había empezado a recopilar información de cuantos sistemas iban encontrando, aunque muchos se hallaban fuera de servicio por algún tipo de falla en el sistema de energía principal. Sin embargo, a medida que se habían ido adentrando en la nave se había apoderado de él la extraña sensación de que no estaban solos en aquel ancestral lugar, poco después sus sospechas se habían confirmado y aquellas bestias se habían abalanzado sobre ellos desde todas direcciones. De los cincuenta hombres que habían entrado solo quedaban tres, dos, a juzgar por los desesperados alaridos de Hardigan, que se filtraban por la diminuta ranura de las compuertas, justo antes de que se cerraran definitivamente con un crujido metálico.
 
-Esa puerta solo nos dará unos minutos antes de que esas cosas encuentren otro conducto por el que acceder aquí.- El Doctor seguía tecleando frenéticamente en su servoconsola.
 
-¿¡Qué coño son esas malditas bestias Heldian!?- El Cabo Karl seguía con la mirada clavada en el lugar donde Hardigan había estado hacía apenas unos segundos, el frio sudor chorreaba por su frente obligándole a entrecerrarlos por el escozor, pero aun así podía distinguir perfectamente la masa informe y sanguinolenta en la que se había convertido su compañero.
-No lo sé…puede que alguna clase de especie xeno desconocida…o un nuevo fenotipo tiránido tal vez…- .- El Doctor no podía amagar la incertidumbre que se filtraba en sus entrecortadas palabras, apenas si había podido ver las sombras tras de sí, desde que aquellas criaturas les habían atacado no había dejado de correr en mitad de aquel caos de gritos y disparos.
 
-¿Tiránidos?- El cabo permanecía inmóvil frente al mamparo, con su escopeta de asalto agarrotada entre sus temblorosas manos.- ¡He visto a esos cabrones comerse a Hardigan aquí mismo Doctor!, ¡¡y le aseguro que de no ser por su dieta a mi me parecían muy humanos!!- Karl ahora miraba fijamente al doctor con la mandíbula desencajada. -¡¿Y cómo se supone vamos a salir de aquí si nadie sabe que hemos entrado?!-. Por primera vez desde que se había desatado aquella matanza el Dr.Heldian separó la mirada de la pantalla de su servoconsola.
-¡Ya le he dicho que no lo sé maldita sea!, ¡yo solo tenía que analizar el funcionamiento del soporte vital de esta maldita nave!-. El Cabo Karl solo pudo ver el puro miedo reflejado en los ojos del doctor.
 

 
Oficina de Asignaciones, Centro de Control de la estación de defensa orbital Jerguen.
Durante el día el centro de control era un hervidero de oficiales, operadores, adjuntos y subalternos que discurrían a través de los estrechos y colapsados pasillos de la Jerguen, los únicos que parecían fluir con naturalidad entre aquellas ratoneras metálicas eran los servocráneos, que zumbaban ajetreadamente unos metros por encima de las cabezas de los transeúntes.

De las infinitas oficinas, despachos y delegaciones que salpicaban cada una de las cubiertas principales de la Jerguen, solo había una por la que se pudiera circular sin sentirse como en el interior de una lata de conservas. Los escasos caminantes que pasaban por delante de la Oficina de Asignaciones lo hacían a paso ligero y con la mirada gacha. Normalmente era el puesto de control administrativo de la estación, pero desde hacía un mes era más conocido por albergar la sede del Comisariado asignado a la Guardia Belerinita, tal como anunciaba el blasón con la siniestra figura del cráneo alado bordada sobre tela roja que pendía estáticamente sobre la oxidada puerta metálica, escoltada por dos miembros de las unidades de asalto de la Guardia Belerinita. El Ingeniero Johanes se detuvo al llegar frente a la puerta con aire ligeramente abatido, aquello cada se parecía menos a una reparación de última hora.

Sin interlocución alguna los guardias ante la puerta se hicieron a un lado para permitirle el paso, por lo que el ingeniero supuso que se trataba de los mismos acompañantes que aquella mujer había llevado hasta la puerta de su estancia la noche anterior.

Con anterioridad había estado en aquellas oficinas en un par de ocasiones, pero en ninguna de sus visitas anteriores recordaba haber visto tal cantidad de documentos, pergaminos y archivos sobrepuestos los unos sobre los otros sobre cualquier superficie lo suficientemente amplia para sostenerlos. La estancia al completo se había reducido a poco más que soportes sobre los que se acumulaba una cantidad ingente de documentos. Aquel desorden   transmitió a Johanes una extraña sensación de familiaridad, lo que le ayudo a aplacar sus nervios.
 
-Buenos días Ingeniero- La dulce voz de la mujer procedía desde detrás de uno de aquellos montones de papel, por lo que Johanes dio unos pasos más intentando localizarla.
 
-Buenos días mi señora.- La mujer se encontraba reclinada sobre una vetusta butaca de cuero desgastado, con los pies apoyados sobre unos cuantos papeles, mientras ojeaba distendidamente otros tantos de aquellos documentos que sostenía entre sus delicadas manos. Los ojos del ingeniero no pudieron evitar posarse sobre las definidas líneas que el cuero dibujaba sobre sus muslos, al son de los caprichosos destellos que la luz de las velas proyectaba sobre el cuero negro.

-Supongo que estará preguntando qué es lo que está haciendo aquí exactamente ¿no es así?- La mujer seguía sin prestar mayor atención a la presencia de Johanes y seguía ojeando despreocupadamente aquellos papeles, con un ligero respingo el Ingeniero se sintió aliviado al tiempo que desviaba furtivamente sus ojos del hipnótico cuero.
-Así es mi señora, me temo que si quiere alguna reparación deberá esperar a que llegue el siguiente convoy de suministros, tal y como están las cosas…-

-¿Que sabe del sector Delta 6?- Lo interrumpió con indiferencia, sin dejar que el Ingeniero acabara de justificarse.

-Me temo que poco mi señora, hace un par de semanas estuve destinado allí para adaptar unas estructuras de embarque pero no conozco más que los muelles…-  Nuevamente el ingeniero no pudo acabar su explicación.

-¿A las órdenes de quien trabajaba?- la voz de aquella mujer empezaba a denotar cierto interés.

-La petición procedía de la oficina de mantenimiento general me temo…- Aquella pregunta  había descolocado un poco a Johanes, cada equipo recibía órdenes de trabajo asignadas automáticamente.

-¿me toma por imbécil?- Por primera vez los penetrantes ojos de aquella mujer se habían posado directamente sobre los del Ingeniero, como dos intimidantes zafiros.- ¿A caso no había nadie al mando de los muelles mientras trabajó allí?-

La sensación que provocaban aquellos ojos verdes escrutando su rostro había paralizado a Johanes, pero tras unos segundos logró reponerse. No recordaba siquiera que regimientos habían pasado por los muelles mientras él estuvo trabajando allí. Pero seguía notando aquellos dos ojos verdes pendiendo como una espada sobre su cabeza. Esforzándose vislumbró unas vagas imágenes sobre el día de su llegada al sector Delta 6. Tras un breve paseo para llevarlo hasta los muelles y orientarlo lo habían conducido hacia los almacenes. Podía recordar donde estaba cada bar del Delta 6, pero nada más. En aquel momento pudo notar como la adrenalina aceleraba su pulso al tiempo que una imagen acudía a su cabeza como un vívido fogonazo.

-La FDP señora… no se quien, pero ellos estaban al mando de los muelles.- No estaba cien por cien seguro de aquella afirmación, pero era cuanto tenía. Y ciertamente aquel era el único lugar en toda la estación con los bares tranquilos. Durante todas las noches que estuvo en el Delta 6 no había visto a ningún miembro de la Guardia Belerinita, solo guardias de las Fuerza de Defensa Planetaria.

-El General Solceyx- La mujer había dejado de mirar al ingeniero repentinamente, sus ojos se habían clavado en la penumbra que se extendía más allá de línea de mesas sobre la que se amontonaban los infinitos documentos.

-Comprendido.- El Ingeniero tuvo la tentación de dar un paso atrás, pero se limitó a encorvarse ligeramente ante aquella voz de tono metálico y turbador que procedía de la sombra, con un crujido sordo y el ruido de un servomotor su interlocutor dejó que la tenue luz de las velas revelara su posición.- El civil se viene con nosotros.- añadió aquella colosal presencia, fue la primera vez que Johanes vio la gigantesca figura de un Astartes.

lunes, 20 de mayo de 2013

Custodios del Tridente V: Cara a cara con la oscuridad 04 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 04

Aquel descubrimiento suponía un problema mayor que el estar perdidos en el interior de una aeronave de los tiempos antiguos rodeados de genestealers. La posibilidad de que los tiránidos hubieran podido mutar con lo que estuviera contenido criogenéticamente en aquellos cubos significaba que en la nave podía haber otras "cosas" sueltas y, lo más importante, podía significar que se encontraran ante una herejía de los tiempos en los que el Emperador aún andaba libremente entre los suyos. ¿Para qué iba a transportarse tal volumen de muestras genéticas en una nave militar?

Era preciso encontrar la manera de transmitir a la Nudus Pugio el hallazgo. El haber encontrado genestealers en la aeronave acababa de quedar en un lugar secundario. Agufer ordenó marcar aquel lugar de alguna manera, pero los dispositivos seguían dando problemas, así que la única solución viable era memorizar el camino desde aquel almacén hasta donde llegasen avanzando, esperaban que a algún puesto de transmisión, o bien al propio puesto de mando del Pájaro Negro. Parecía lo más lógico, no iban a conseguir nada si seguían en aquel sector de la astronave, debían ascender hasta el nivel más elevado. Así que el primer objetivo era encontrar las escaleras. Habían pasado al lado de unas cuantas a lo largo de su periplo por corredores y salas, pero el sargento desestimó el volver atrás. El que en aquella zona la oscuridad ya no estuviera presente parecía, de algún modo, alejar a los genestealers, y era preciso no demorarse en demasiados combates.

Durante una hora estándar no encontraron ningún enemigo más, habían subido dos niveles y llegado a lo que parecían dependencias de oficiales o quizás de gente más importante. Había varios comunicadores pero ninguno operativo, sin embargo tropezaron con los restos de varios genestealers abatidos. Parecían haber luchado entre ellos, las heridas eran lacerantes, indudablemente provenientes de las afiladas garras que formaban parte de su anatomía, sin embargo era demasiado extremo, había miembros amputados por todas partes, en una muestra de un frenesí asesino exacerbado que extrañamente no parecía propio de su forma de actuar. Parecía un contrasentido, Ghuno lo sabía, o al menos según la experiencia que había reunido de estos xenos en el tiempo que llevaban en la aeronave era la de ataques muy concretos, calculados, utilizados para matar o dañar con eficacia, enmascarado todo ello en esa apariencia monstruosa. Por ejemplo, ¿por qué todos aquellos cuerpos desmembrados aparecían incluso machacados? dudaba que los ataques fueran por alimentarse, no parecía faltar nada, tan sólo... volvió a agacharse y cogió entre las manos una de las cabezas genestealer. La parte superior estaba cortada limpiamente, de sus bordes sobresalían un par de finos hilillos de mucosidad, y en su interior no había nada. Dedujo que el posible cerebro había sido extraído, pero aquella cavidad estaba completamente limpia, apenas había alguna muestra de restos viscosos, parecía una labor demasiado minuciosa para el destrozado estado del resto del cuerpo.

- ¡Por el mango del Tridente! ¿Qué es eso? - parecía la voz de Sadus, estaba de guardia en el exterior de aquel cubículo. - ¡Sargento!

Los Custodios del Tridente asignados a explorar los cubículos salieron al corredor. Todos pudieron ver lo que señalaba Sadus. A unos diez pasos un ser los observaba. Su aspecto recordaba vagamente a un tiránido, pero su cuerpo parecía gelatinoso, no se veían rastros de ningún tipo de exoesqueleto y parecía estar rodeado de un extraño vaho oscuro. La piel, viscosa, parecía negra, aunque Ghuno rápidamente desechó la idea, más bien parecía que la piel era como una membrana transparente, lo que había debajo, fuera lo que fuera, era negro.

El ser se movió hacia el grupo. Conforme avanzaba desplegó un par de miembros largos pero angulosos, cada vez que rozaba con ellos las paredes del corredor dejaba un rastro de niebla o de humo negro. Oscuridad. Ghuno reconoció que aquello le pilló por sorpresa, ya sabía que la oscuridad que habían visto buena parte del camino era innatural pero no esperaba aquello. El monstruo gelatinoso imprimió de repente gran velocidad a su movimiento. En un instante se colocó frente a ellos.


Sadus lanzó un ataque con el tubo de plastiacero que sostenía como arma. Logró rozar la epidermis negruzca de aquello pero pareció lento, el ser atacó con sus miembros, parecidos a látigos, realizando una serie de golpes cruzados que Ghuno apenas podía seguir con su vista aumentada. Como uno sólo la escuadra salió de su sorpresa y contraatacó. El monstruo fintó, dejando a Sadus con multitud de marcas en su servoarmadura, en algunos puntos salían regueros de sangre. Pero el guerrero no estaba muerto, más bien parecía furioso. Agufer consiguió cercenar un pedazo de una de las extremidades de aquella abominación, pero ésta ni se inmutó, lanzó un ataque al sargento que trastabilló y cayó al suelo, luego, con un veloz giro, cortó limpiamente el brazo de Frehid. Ghuno le lanzó un tajo con su espada corta abriéndole una herida en el pecho. Tampoco aquello detuvo el ataque del monstruo, que empujó a su nuevo atacante y lanzó velozmente adelante una de sus extremidades, que penetró por el visor de Feregar saliendo por su nuca. Con un grito de odio Jefuro chocó contra la mutación y lo aplastó contra la pared, Ghuno también se lanzó sobre ella, pero vio como ésta se escurría por debajo de su hermano y le lanzó un nuevo tajo con la espada, la hoja fue atrapada en el aire por un miembro viscoso y pareció humear, con la mano libre Ghuno descargó un puñetazo en lo que creyó la sien de aquella cosa y ésta se tambaleó soltando la hoja que aprisionaba, luego algo, un objeto alargado que pasó a bastante velocidad al lado de Ghuno, la golpeó en el estómago lanzándola de nuevo a la pared.

La abominación quedó clavada, con los miembros colgando. De su estómago sobresalía un tubo de plastiacero. La espada sierra de Agufer se abatió sobre el cuello viscoso y la cabeza de aquello cayó, luego le tocó el turno a los miembros y al cuerpo. El combate había acabado.

Ghuno miró su espada, en la hoja había una marca alargada apenas visible, como uno de esos adornos que se hacen por medio de sustancias químicas. Luego miró a los suyos. Agufer seguía troceando al atacante con determinación. Jefuro se arrodillaba sobre el cuerpo de Feregar, que aparecía inmóvil, con un charco de sangre formándose bajo su cabeza. A su derecha Sadus, con la armadura enrojecida por los múltiples cortes sufridos, apoyaba su mano en el hombro de Frehid, que miraba con curiosidad su brazo cercenado en el suelo.


(la imagen es una alteración de una imagen obtenida de desmotivaciones.es)

Regocijo [Relato 1.3]

Mediante el selector de objetivos aleatorios las baterías de la Calavera Negra  y la Cráneo Roto atormentaban los cúmulos de naves enemigas en su avance hacia la órbita del planeta Kulko. Los cruceros de asalto involucraban a toda fragata o crucero de forma indiscriminada.   Buena parte de la flota que los radares alcanzaban registrar, detectaban una concentración de fuego creciente en los escudos de sus naves. Estaba claro que estaban resultando una molestia intrusa y la flota enemiga las situaba como objetivos primarios a destruir.

Las paredes metálicas de la sala de mando de la Calavera Negra estaban repletas de cráneos humanos de muchos tamaños, unos gruesos y duros, y otros pequeños y frágiles, algunos de ellos con enormes cavidades, imborrables secuelas de la terrible forma de muerte que hallaron. Adornos macabros que fascinaban a algunos capitanes como Trémulo, que lejos de esconder, convertían en parte de su carácter.

_ Creo que tu llamativa estrategia está dando frutos, mi señor_ dijo riendo de forma excitada e infantil Dupa.

Trémulo correspondió con una abierta sonrisa al tecnomarine, como siempre que halagaban de cualquier manera su determinación.

Dupa era un individuo excéntrico dentro del capítulo, flaco y nervioso, y uno de los cinco “elegidos”. Le había tocado muy temprano su marcha a Marte, e ingresó en una orden adoradora del Gran Omnissiah, aunque lejos de ser bien visto, los tecnomarines eran guerreros que inspiraban pena y desconfianza en el resto de hermanos; Lo primero por ser recluidos hasta la muerte en los hangares, al cuidado de los servidores y escasos tanques del capítulo que rara vez usaban, y lo segundo por portar un color distinto del azul oceánico de los Conquistadores, por un rojo carne que reverenciaba al Dios-Máquina allá donde fueran. Por encima de todo, causaban en el alma de los hombres un rechazo hacia todos los rituales, oraciones y cánticos a las máquinas de guerra, tradiciones antiquísimas que no alcanza a entender nadie que no haya morado con los Skitarii. Nadie, salvo quizá Trémulo. Al capitán de la novena parecían no importarle tales prejuicios, e ignoraba cualquier traba en el trato con Dupa, pues habían alcanzado una relación muy cercana de los cientos de veces que mandaba remendar su dañada armadura, y desde hace un tiempo, se hacía difícil verlos ya separados. Algunas voces comenzaban a susurrar que emponzoñaba su mente.

_Acuden como burros. Arrastraremos a estos bastardos con nosotros_ dijo Trémulo.

Dupa contestó con un salto y una nueva risilla.
El mando de la flota pocas veces se había dejado en manos del capitán de los Rapados, y no por una tradición, pero más allá de su considerable lista de victorias, su reputación de temerario se la había ganado a pulso, había arrasado ciudades enteras sin esperar refuerzos por el simple honor de ser la primera compañía en probar la sangre. Solían llamarle El Rapado,  y a los de su compañía, por extensión, debido al peinado que ostentaba, dejando que su cabello dejara de nacer repentinamente bastante antes de la nuca, exagerando curiosas anguladas rasuraciones en su cabeza.

Trémulo había aceptado de excelente  grado la separación de los cruceros de la Sometedora, pues le correspondía el mando de ambas naves por cargo mayor, y le encantaba hacer uso de su forma de manejar la guerra.

Los cruceros de asalto ya pretendían entremezclarse con la flota de los Dragones Dorados, empujándolos a involucrarse abiertamente en contra de los desoladores que traían consigo. La respuesta fue rápida y contundente por parte del almirante, que había aprovechado el amparo involuntario que los otros regimientos ofrecían para mantener un perímetro bien asentado. Las pequeñas fragatas se adelantaron al inminente comienzo de la batalla, envolviendo a “Calavera Negra” y “Cráneo Roto”, y lanzándose en primera línea para aguantar las salvas energéticas.

La batalla que pretendía evadir, había tocado a las puertas de Kulko. Pronto, se unieron a la refriega cinco naves oscuras más, cruceros clase Matanza e incursores clase Idólatra, que dieron rápida respuesta a las peticiones de auxilio de los traidores. Con una línea bien delimitada, el frente tomaba forma por fin.

Los cruceros de los Conquistadores viraban de nuevo para tomar la iniciativa, pero su lentitud obligaba a actuar a la Guardia Imperial. Los escudos comenzaban a verse sobrepasados, y las fragatas imperiales comenzaron a caer para cuando Nakor y Trémulo se unieron de nuevo a la lucha.


Tres bombarderos Halcón Estelar surgieron de la cara oculta de Kulko, con marcha lenta e incesante, portando grandes misiles perforantes con los que abrir brecha.
Trémulo no podía estar quieto tras asumir el mando, pocas partes del puente quedaban que no hubiera recorrido ya en impaciente actitud. Una comunicación directa permitía a Trémulo mantener conversación permanente con el capitán Nakor de la Cráneo Roto.

_Trémulo, parece que el comandante quiere acaparar toda la diversión, mira el rádar_ dijo el astartes de rostro repugnante, barbudo y desaliñado.

El capitán de la decimoquinta nunca parecía incomodarse con las continuas referencias a su maltrecha cara, de alguna manera parecía hasta divertirle.

Velozmente, Dupa dio un par de brincos para aferrarse al control panorámico de los receptores.

_ ¡¿De qué me hablas?!_ bramó Trémulo_ ¿Es que no tienes sangre en esa quemada cabeza tuya? ¡¿No puedes casi captar el olor a muerte?!_ su tono paradójicamente feliz, perseguía en los megáfonos la voz de su hermano.

El larguirucho tecnomarine intervino mientras seguía escudriñando las pantallas.

_ Tss…Creo que se han olvidado de nosotros_ dijo entre risillas, como un hijo confesando una triquiñuela.

Trémulo arrancó de un empujón a Dupa del asiento central para corroborar unos objetivos siendo expulsados de la  lejana Sometedora a baja velocidad.

_ ¿Qué pasa?_ añadió inmediatamente sin comprender las complejas interpretaciones estratégicas que suponía el análisis de datos.

A Nakor parecía incomodarle notoriamente la ignorancia de la que inconcientemente, Trémulo hacía gala continuamente.

_ Maldito descerebrado, son torpedos de abordaje. Krago intenta colarse en una nave muerta. Habrá algo de valor en su interior. Algo vivo sin duda.

Un rictus de enfado recorrió el mentón profundamente partido de Trémulo, para concluir:

_Bien, yo también iré_ afirmó sin rastro de duda.

_ No podemos, estúpido. No sin antes deshacernos de todo este enredo que hemos montado. Si hubieras preguntado antes de lanzarte como un perro a por el hueso, quizás estaríamos los dos en esas lanzaderas_ dijo en tono recriminatorio Nakor, que parecía mantener más control de sus impulsos.

Un resoplido nasal fruto de la impotencia fue la respuesta de Trémulo mientras estrangulaba los apoyabrazos del asiento de piel.

_ ¡Arrgh! Maldita sea_ bramó a nadie en concreto._ Barrámosles ahora mismo si con eso acaba esta cargante espera.


Minutos antes, barcaza de batalla Sometedora

Las compañías se aglutinaban sin ningún tipo de formación en torno a los megáfonos, esperando cualquier tipo de instrucción que los pudiera arrancar de la tortura de ver la guerra en el vacío. Hasta que una nueva orden los sacó del embelesamiento.

+Protocolo de abordaje+

Un gran grito unánime de aprobación llenó los hangares y su eco reverberó por toda la nave.

_ Iré yo. Me llevaré a los veteranos_ dijo Groa mientras ponía rumbo hacia la puerta del puente de mando.

_ No, tú te quedarás aquí observando mi gloria_ contestó Krago con cierto punto de ironía.

_ ¿Piensas dejarme aquí mientras tú te pierdes en esos pasillos como un topo?

El tono divertido del comandante se tornó seco de nuevo, como acostumbraba a acontecer.

_ Ambos sabemos que sabes manejar esta nave mejor que yo_ dijo Krago.

Groa soltó un largo suspiro mientras volvía al puente. Obligarse a ceder fue como una puñalada a su animal interno ante la resignación.

_Y maldigo mi ilustración.

sábado, 18 de mayo de 2013

Sables Rotos: Capitulo I [Relato]


CAPITULO PRIMERO


 
Estación de defensa orbital Jerguen, órbita geoestacionaria sobre Gran Belerin.
El ingeniero Johanes se hallaba apoyado en aquella mugrienta barra de bar, absorto bajo las psicodélicas luces de neón que recurrentemente rompían con la oscuridad de los rincones de aquel tugurio. Un cigarro agonizaba sobre su dedo, amenazando con verter la ingente cantidad de ceniza que había ido acumulando lentamente dentro la copa de Kodva sobre la que pendía. A su alrededor varios desconocidos seguían enfrascados en sus discretos quehaceres sin ánimo de interacción alguna. Últimamente había reducido drásticamente la cantidad de alcohol que ingería, las rutinas a las que se había visto obligado a someterse a lo largo de las últimas dos semanas le ayudaban a soportarlo, pero aquel trago nocturno era lo único que mantenía alejados a los dolores de cabeza.
El ingeniero alzó con desidia la cabeza tratando de desentumecer el cuello e instintivamente sus ojos se posaron sobre el reloj, tratando de enfocar la mirada sobre aquellos dígitos rojos que parpadeaban colgando en la pared que había tras la barra. Como cada noche a lo largo del último mes y medio hacía ya un par de horas que debería de haberse retirado a sus estancias, en el sector 3-KL.
 
La clara luz de la pantalla anclada junto al reloj llamó su atención, era una emisión tardía del informativo  interno de la estación, aunque sin el audio era imposible entender nada de lo que comentaban. Sin embargo la noticia iba acompañada por algunas imágenes entre las que el ingeniero creyó distinguir la sección de muelles Delta6, de la que el había partido hacia apenas dos semanas.

Con el lastre del alcohol entumeciendo sus movimientos, Johanes extrajo su cartera de uno de los bolsillos laterales del pantalón, hizo ademan de sacar algunos billetes del interior, pero solo notó el rugoso tacto de la piel curtida. Sus ojos se clavaron sobre la máquina tragaperras que se hallaba a final de la barra, “hija de puta” pensó, y tras dejar unas monedas sobre la barra salió por el roñoso marco metálico que hacía las veces de puerta, tambaleándose ligeramente.
Los pasillos estaban desiertos como era habitual a aquellas horas, a excepción de los guardias y los descarriados nadie se aventuraba a recorrer los fríos pasillos de la estación entrada ya la noche, y los primeros eran cada vez más escasos desde que había empezado aquella  locura de guerra.
 
 
La Jerguen era una de las principales estaciones de defensa de Belerin así que desde que habían empezado a aparecer las primeras de aquellas extrañas naves, se había transformado en un hervidero de regimientos de la Guardia Belerinita y las distintas fuerzas de defensa planetaria, pero todos estaban de paso. La mayoría de soldados que aunaban el valor para abandonar su acuartelamiento se reunían en los tugurios situados junto al centro de operaciones, por lo que  el personal de servicio, que eran los clientes habituales, se habían visto obligados a trasladarse a otros sitios más alejados si no querían sufrir noche tras noche las bravuconerías de los soldados.
Johanes deambuló unos diez minutos a lo largo de los monótonos pasillos. El metal desgastado por los innumerables siglos de servicio había adquirido un tono parduzco, a juego con las paredes, donde podían verse perfectamente los rastros de la corrosión en cada uno de los remaches. La Jerguen era como una anciana cuyos problemas de edad eran un quebradero de cabeza constante para sus ingenieros, era una reliquia de otros tiempos, anacrónica a los dinámicos patrones de defensa orbital actuales. La pesada estructura de Jerguen estaba diseñada para resistir un enorme castigo, no para infligirlo, pero gracias a ello, disponía de trescientos kilómetros cuadrados de superficie hábil, por lo que seguía siendo uno de los principales espaciopuertos orbitales del sistema. En mitad de una guerra como aquella su relevancia estratégica se había disparado, y en la práctica eso se traducía en que los problemas y reparaciones del ingeniero Johanes  habían aumentado exponencialmente.
 
El ingeniero reconoció al instante la esquina del pasillo de servicio KL, no le hizo falta leer el diminuto panel, el particular patrón de la mugre en las paredes era algo que su memoria había interiorizado hacía ya varios años. Tras andar unos metros por el algo llamó la atención del Ingeniero, algo que no solía estar allí habitualmente, al menos no a esas horas. Las tenues luces de servicio acentuaban las sombras de tres figuras que permanecían inmóviles frente a una de las puertas que daban paso a las estancias particulares del personal de servicio. Si el alcohol no le había nublado demasiado el juico, era la suya.
Pensó en seguir andando como si con él no fuera la cosa, lo último que necesitaba era una reparación de última hora, pero uno de los individuos se había percatado de su presencia, y tras una breve conversación que Johanes no alcanzó a entender los tres enfilaron en pasillo directos hacia dónde  él se encontraba. A medida que se acercaban el ingeniero puedo distinguir que se trataba de una mujer, enfundada en un traje de piel negra que esculpía su escultural figura, remachado en dorado y rojo, abría  la marcha, escoltada por dos hombres y el suntuoso vuelo de su oscura gabardina coronada con hombreras doradas. El corazón del ingeniero le dio un vuelco cuando sus entumecidos ojos se posaron sobre el cráneo alado que lucía sobre el peto de aquella mujer, era un símbolo que conocía bien, el que identifica a los miembros del Comisariado.
 
-Más vale que aparte los ojos de mis tetas ahora mismo ingeniero.- El dulce tono de voz de aquella mujer no amagaba su fría determinación.
- eeh… disculpe  mi señora, ¿ puedo ayudarla en algo?- A pesar de su juicio nublado por la bebida, la mente analítica de Johanes había escrutado rápidamente a sus interlocutores. Los dos hombres que escoltaban a aquella mujer lucían las negras armaduras de caparazón de las tropas de asalto, con el blasón de la guardia Belerinita luciendo en sus grebas y hombreras.
-Me temo que sí, ¿ha estado usted destinado al sector Delta6 recientemente no es cierto?- La mujer había clavado sus ojos sobre la diminuta chapita que lucía sobre la solapa del chaquetón de servicio de Johanes, aquella desgastada chapa de latón que lo anunciaba como jefe del III cuerpo de ingenieros era una de las pocas cosas de las que aún se sentía orgulloso.
El ingeniero dudó por un instante, a su mente vinieron las imágenes que había contemplado por el televisor unos minutos antes -…Así es mi señora.-
-Bien, pues acaba de ser ascendido a jefe de sección, preséntese mañana a primera hora en la oficia de asignaciones.- una mueca de consternación se había dibujado en el delicado rostro de aquella mujer -Y por su propio bien más vale que esté sobrio.- y sin más dio media vuelta y desapareció en la oscuridad de los fríos pasillos de la estación, flanqueada por su escolta y la hipnótica danza de su gabardina.
Johanes permaneció unos instantes pensativo antes colocar el pulgar sobre la cerradura de su habitáculo de servicio. Las puertas se abrieron clamando por un poco de lubricante y  tras ellas apareció aquel familiar caos de ropa, documentos y chatarra esparcidos por doquier. Sin quitarse siquiera la ropa, el ingeniero se fue a dormir aquella noche sin saber que sería la última que dormiría en aquel cuchitril.
Puente de mando del Orgullo de Kratia, en travesía estelar no especificada por el sistema Belerin.
El Orgullo de Kratia era un crucero ligero que había permanecido asignado a la VII Centuria mucho antes de que el Rictor Kratio Augusto asumiera el mando de la misma. Era una nave antigua y parca sin más comodidades que las imprescindibles para realizar su misión, que por lo general consistía en la escolta del Azote o la intercepción de otras naves escoltas.

A juzgar por lo que había visto en su travesía, la ofensiva se había recrudecido sobre las órbitas de Belerin Primus y Secundus, por lo que la mayoría de contingentes se estaba replegando sobre Gran Belerin donde lentamente parecía ir estableciéndose el frente de batalla.
En su ruta hacia Gran Belerin habían visto como varios Cruceros de Batalla e incluso un Acorazado clase Retribución sucumbían bajo el fuego combinado de varias de aquellas enormes aberraciones de metal, que avanzaban inexorablemente, entrelazadas entre las erráticas trayectorias del “convoy muerto”, que era el nombre con el que habían bautizado a aquellas extrañas naves que navegaban a la deriva, sin más muestras de vida que su lento avance atraídas por la gravedad de los planetas próximos.
El grueso de la flota permanecía en vanguardia, donde gracias a la mayor maniobrabilidad del Azote de Herejes y su escolta se dedicaba a lanzar incursiones tras las líneas del enemigo, tratando así de brindar un salvoconducto a las fuerzas de defensa, que nada podían hacer ante el lento pero imparable avance enemigo.
El orgullo de Kratia sin embargo se había separado unas horas antes en pos de un preocupante correo interceptado en una de las comunicaciones internas de la Guardia Belerinita. Al parecer alguno de los generales había tenido la brillante idea de remolcar una de aquellas “naves muertas” con la intención de atracarla para su posterior inspección en la Fortaleza Orbital Jerguen, orbitando sobre Gran Belerin.
 
 
Con la información que habían logrado obtener en B-217D con un tremendo coste, el simple hecho de pensar que la guardia imperial fuese a inspeccionar una de aquellas naves en una estación vital para la defensa del sistema, y situada tras las líneas de suministros, había logrado que el viejo Hefestes casi perdiera los estribos. Sin embargo lo que más parecía preocupar al Rictor Prius es que aquella operación parecía estar orquestada por iniciativa propia de un mando intermedio. El mensaje interceptado se había transmitido a través  de un canal secundario, y el emisor se había esforzado bastante en el cifrado del mensaje. “Haz lo que sea necesario para asegurar esa fortaleza” le había dicho el Rictor Prius a Kratio,  el simple hecho de que enviara a la VII Centuria denotaba la gravedad de aquel asunto.
La VII era una Centuria eficaz en grado sumo, pero sus métodos eran poco corrientes en los estándares de combate de los Astartes, no en vano incluso entre los propios Mirmidones era conocida como “La Infame”. No era la Centuria que protagonizaba las gloriosas batallas que se narraban en las leyendas del capítulo, su tarea era mucho más sutil e ingrata, aunque igualmente eficaz.