domingo, 12 de enero de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Arrinconados".



Puente de mando. Punto Beta Secunda. Acorzado. 

Khur miró rápidamente hacia los lados, algo acabada de dispararles, debía tomar una decisión rápida, toda la compañía de Mitrídates estaba empezando a entrar precipitadamente en la sala con el enemigo justo detrás, si allí había hostiles, acababa de conducirlos a todos a una ratonera. De repente las balconadas de la cristalera y los paneles cobraron vida, una miríada de rostros asustados se asomó desde estas. Casi una treintena de armas apuntaban a la entrada, se habían dispuesto cubriendo todo el terreno posible para evitar ser sorprendidos. La mayoría presentaba heridas de diversa gravedad, el miedo se reflejaba en sus ojos, habían visto mucho más de lo que se esperaban. Alguien amonestó enérgicamente a otro por su gatillo rápido. 

- ¿Quiénes sois? ¡Identificaos rápido! - El hombre que lo dijo era de alta estatura, se cubría el rostro con una gorra y una máscara de gas pequeña; estaba armado con una ametralladora pesada de cañón rotatorio triple y parecía ser el que más rango tenía de todos ellos.   

- Soy Khur Frates, Coronel del 143 de los Savaranos de Catafractaria, hemos venido para ayudar en la defensa del sistema y conquistar esta nave en nombre de la Lanza de Hierro, nave exploradora del Adeptus Mechanicus. - Más hombres entraban en la sala. - Toda una de mis divisiones va a guarnecerse en esta sala, los xenos nos persiguen. Hacernos sitio. 

El soldado de Sagkeion hizo un gesto con el brazo para que los primeros pelotones de los savaranos fueran entrando en la sala, sus hombres se apartaban de los guardias imperiales foráneos, estaban demasiado cansados o heridos como para molestarse en ayudarles. Muchos de ellos se permitieron relajarse, aunque no era lo que se esperaban, por fin habían llegado refuerzos, no iban a morir allí encerrados como el resto de sus compañeros. Mientras, Khur supervisaba la entrada de los soldados, colocándolos en posiciones defensivas repartidas por la sala junto a los diezmados Coraceros de Sagkeion. Los savaranos llegaban apresuradamente, manchados de sangre y con las armas humeantes por hacer fuego rápido constante, los heridos eran dejados en la parte delantera de la sala junto a varias secciones encargadas de la asistencia médica. El coronel comenzó a contar preocupado los pelotones que entraban, el cuarto y el quinto acaban de llegar, con ellos tanto Halls como Arsacis. El comisario tenía la mitad del cuerpo cubierta con restos de alienígena, los cuales se escurrían desde su puño de energía. Mientras tanto, el mayor se había apoyado en un panel para reajustarse dolorosamente el vendaje del brazo. 

Khur se acercó al pórtico, palmeaba la espalda de los soldados que pasaban a su lado. Más pelotones entraron. Solo faltaba uno, el de retaguardia, los chillidos de los xenos llegaban desde no muy lejos, los hombres al cargo de Hulja eran los que se habían llevado la peor parte, no habían sido diezmados, pero tampoco llegaban en el buen estado de los anteriores. Uno tras otro entraban casi a trompicones por las prisas, un soldado se tropezó junto a Khur, este le ayudó a levantar rápidamente, era Tirch, portador de un lanzallamas, lo apartó a su lado, este no dijo nada. Hulja y los últimos savaranos entraron caminando de espaldas mientras abrían fuego automático con sus armas, los genestealers caían ante ellos lanzándose hacia la muerte en un intento suicida por atraparlos. Cuando pasaron, Khur ordenó a Tirch cubrirles con su arma, al mismo tiempo que lanzaba todo una ristra de granadas hacia los xenos. El fuego y las explosiones hicieron retroceder a los aliens. Ambos hombres se retiraron rápidamente junto al resto, sabían que los enemigos no tardarían en lanzar otro ataque. 

Mitrídates supervisaba el orden de su compañía, habían sido muy afortunados, un tembloroso soldado de Sagkeion le comunicó que ellos habían entrado con más de ochocientos efectivos, y que eran lo único que había quedado. Entre el jaleo que hacían los savaranos al tomar posiciones defensivas pudo ver cómo Khur y Enoch discutían acaloradamente, un operario de comunicaciones les interrumpió para comunicarle algo al coronel, tras la pausa, el visioingeniero se retiró pesadamente hacia la parte delantera de la sala, donde se puso a trastear con varias terminales. Fue hacia el coronel. 

- Señor. Nos preparamos ante el inminente ataque alienígena, al a parecer la situación es similar al enfrentamiento que tuvimos en la entrada, estamos bien pertrechados y el enemigo solo puede atacarnos por una dirección.

- Bien, aparte varios pelotones de la línea frontal y forme una segunda línea defensiva. Son genestealers, nunca se sabe que va a pasar con ellos. 

- Bien, así se hará. Señor. ¿Qué ha pasado con Enoch? - Khur suspiró.

- Ya te lo puedes imaginar, estamos en el centro de mando de esta nave, no ha podido aguantarse. Esperemos que haga algo que nos ayude, la división de Gotar está siendo atacada en la cabeza de puente, les están conteniendo bien, pero no van a llegarnos refuerzos.

Sala de máquinas. Punto Alfa Secunda. Crucero. 

Una bala rebotó en las pequeñas placas de ceramita de la armadura de Seleuco, la ignoró, siguió disparando al enemigo. La sala era gargantuesca, con gigantescos motores a sus lados, los cuales habían sido apagados hacía eones; turbinas y otros dispositivos fijos se repartían por su superficie. En el centro, rodeado por el enemigo había lo que en otros tiempos era el motor principal, ahora estaba recubierto por una grotesca construcción de carne corrompida que supuraba pus por varias aperturas, de ella se extendían numerosos zarcillos que se internaban en la estructura de la nave. Junto a ella varios astartes de los Guerreros de Hierro se afanaban en despertarla, solo uno de ellos estaba apartado, protegido por una antiquísima armadura de exterminador dirigía a los numerosos Mechakirs que los rodeaban y protegían del doble ataque que sufrían. 

El comisario pudo ver como ellos seguían sin ser el principal foco de atención, los herejes artificiales habían formado un cuadrado defensivo alrededor de sus blindados amos, desde el cual repelían a la marea de xenos que se les echaba encima. Pudo reconocer a los que llegaban desde los flancos, eran los tiránidos que habían visto antes, los otros eran rápidas figuras oscuras que se dejaban caer desde el techo y mataban a zarpazos tanto a las tropas del caos como a los otros aliens. Los savaranos mantenían un fuego constante sobre los enemigos causándoles numerosas bajas, sin embargo por muchos que cayeran no lograban dispersar su apretado bloque. 

Seleuco siguió animando a los hombres, a su derecha estaban varios pelotones dirigidos por Cinnamus, a su izquierda el resto con Volog a su cabeza; él estaba en la posición central junto a todos los equipos de armas pesadas que había reunido tras entrar en la sala y empezar a recibir un aluvión de disparos enemigos. Los Mechakirs no eran grandes tiradores, pero su constancia empezaba a hacer mella en sus fuerzas, las cuales tenían que cubrirse tras las pequeñas máquinas de la sala. El exterminador enemigo ignoraba el fuego láser que desmontaba en sanguinolentos pedazos a sus soldados, se centraba en destrozar a los xenos que se acercaban demasiado con sus cuchillas relámpago. Las pocas veces que abrió fuego con los bólters que estas llevaban acoplados encima fue sobre los guardias imperiales, que si no se protegían tras cobertura, caían descuartizados por los proyectiles explosivos. 

Warfet ardía de rabia en su interior, estaba al lado del teniente Parham, en la formación del centro, disparando con su recalentada pistola infierno a cualquier hereje que se le ponía a tiro. Los poderes de la ruina torturaban a aquella reliquia del pasado, casi podía sentir el dolor de su Espíritu de la Máquina, luchaba en una batalla perdida contra el ser de la disformidad que la plagaba. Aquella aberración ya había ganado el poco terreno necesario para hacer de aquella nave, algo tan herético como inservible, debía ser destruida, una vez liberada de su agonía estaría en paz. Su mirada se cruzó en la lejanía con la del marine caótico que dirigía a aquella chusma, el muy bastardo lo reconoció como un siervo del Adeptus de Marte y emitió una carcajada que se pudo oír por encima del estruendo. Le respondió enseñándole el dedo corazón. Ya veríamos quien ríe el último…

Los hombres caían, muchos morían, más eran heridos y apartados por sus compañeros. Seleuco había dado orden de no disparar hasta que todos los equipos de armas pesadas estuvieran listos, lo cual no era fácil durante el intercambio de fuego. Varios hombres arrastraban pesadas placas de chapa arrancadas directamente de las máquinas de la sala para proporcionar con ellas cobijo a los operarios de estas armas. Había hecho venir a todos los operarios posibles, debía acumular suficiente potencia de fuego como para lanzar un ataque que sobrecargase el motor central, que empezaba a acumular energía con la que despertar al demonio que le poseía. Esperaba que la cortina de fuego desplegada por Volog y Cinnamus no permitiese al enemigo darse cuenta de lo que planeaban, un contraataque sería catastrófico en ese momento.

Parham se acercó al comisario, abriendo fuego con su rifle hacia el enemigo mientras este metía otro cargador en su pistola, no podían mantener eternamente esa posición, si seguían así los iban a diezmar poco a poco, o peor, la el demonio despertaría y estarían perdidos. Tras disparar unas ráfagas más, hizo un gesto señalando que todas las dotaciones estaban listas para disparar. Seleuco asintió serio, envió mensajes de aviso al mayor y al capitán. Volog se apresuró a dar órdenes por la radio.

- Cinnamus, comienza a retirarte con tus hombres ahora mismo. Seleuco, dispara cuando hayan partido y retírate también.

- ¿Y vosotros? 

- Nosotros os cubriremos y formaremos la retaguardia. ¡Vamos! - Todos asintieron. 

- Mayor. No haga ninguna tontería, tiene muchos hombres a su cargo. -Hubo unos instantes de silencio de radio.

- No se preocupe Comisario, con que esos herejes se quemen vivos aquí dentro me conformo. 

Seleuco asintió para sí, el mayor se estaba conteniendo, eso era bueno. Los pelotones de Cinnamus salieron de la sala tras crear una pantalla protectora con granadas de humo. 

El exterminador del caos se paró en seco mientras estrangulaba a un genestealer con una de las enormes botas de su armadura. Gracias a la tecnología de su casco pudo ignorar el humo y ver como los guardias imperiales se retiraban de forma escalonada, los de un lado mantenían la posición y los del centro comenzaron a moverse, cuando se dio cuenta de lo que escondían estos últimos levantó sus dos brazos abriendo fuego con todo lo que tenía. Un comisario se alzó estoicamente entre los proyectiles de bólter y las balas que silbaban a su alrededor, apuntó con su pistola hacia ellos gritando algo que no le gustó nada. 

- ¡Disparar una salva!

Los cañones automáticos rugieron, los bólters pesados gruñeron, los cañones láser pitaron, y todos ellos fueron coreados por el silbido de los lanzamisiles, el ruido de vacío de los lanzagranadas, y los siseos de las armas de plasma o de fusión. Toda aquella descarga de potencial bélico que podía haber derribado con facilidad un gran rascacielos de un mundo en desarrollo, impactó sobre el motor principal, arrancando de cuajo la carne demoniaca que lo recubría. Trozos de metal incandescente saltaron por los aires junto a masas de metal fundido causando una verdadera escabechina entre herejes y xenos. El propio demonio, casi despierto por una cuchillada de dolor lacerante gritó a través de una docena de dentudas bocas que surgieron de su deforme cuerpo. La energía pasó de acumularse a desparramarse causando varias explosiones secundarias que esparcían aún más la hecatombe que habían provocado. 

Los operarios de las armas pesadas agarraron sus equipos como pudieron y comenzaron a correr hacia la salida mientras Seleuco y Parham les metían prisa. Antes de acompañarlos, Warfet se subió sobre un montón de chatarra para agitar su hacha sobre la cabeza al mismo tiempo que entonaba una letanía de purificación. Apenas pudo acabarla antes de retirarse, las aún ampliamente numerosas tropas del caos comenzaron a dirigirse hacia ellos con los marines de los Guerreros de Hierro en el fondo. El fuego que empezó a llegar hasta sus posiciones casi competía en estruendo con las detonaciones de la estructura y los bramidos de agonía del habitante de la disformidad. 

Volog posicionó a sus hombres en las mal preparadas protecciones que acababan de dejar atrás los soldados que iban con Seleuco. Un soldado que disparaba a su lado cayó de forma laxa cuando una bala le entró por un ojo, otro aulló de dolor al perder media mano por la explosión de un proyectil de bólter. Si tuviera más hombres saldría a su encuentro con la bayoneta calada, derribarían con su peso a aquellos titanes acorazados y desmembrarían a sus asquerosas marionetas pieza a pieza. Pero no podía. Apretó los dientes de pura rabia. Algunos hombres ya no tenían munición laser y  habían recurrido a los Sariss, era el momento de escapar de allí. Dio órdenes de que los que pudieran dejasen algún explosivo, esperó unos odiosos instantes más, dio la disposición de retirada. 

Puente de mando. Punto Beta Secunda. Acorazado.
 
Arsacis apretó el último nudo de su cabestrillo mientras hacía una mueca de dolor, las heridas parecían haber dejado de sangrar, aunque no se sabía, aguantó la respiración mientras se quitaba la máscara de gas un momento para tomar un puñado de calmantes y coagulantes. Las dos líneas de combate ya habían sido conformadas, Khur le había destinado a la segunda, no era una deshonra, ya que no le costó nada cederle el honor de estar en primera línea a Mitrídates. Se subió a un monitor con la esperanza de que Enoch no le viera, apoyó su fusil Sariss sobre un saliente, levantó el mecanismo de cerrojo para ver si la bala estaba en su sitio, lo bajó con su característico chasquido y esperó a que el enemigo se decidiera a aparecer de nuevo.

Los soldados aguardaban impacientes con las bayonetas caladas formando una delgada línea flanqueada por las dotaciones de armas pesadas. Los pocos Coraceros que no se habían retirado a la zona de los heridos se posicionaron en dos de las balconadas que recorrían la enorme cristalera que tenían sobre sus cabezas, sus variopintos uniformes y sus armas modificadas contrastaban mucho si se las comparaba con la rígida parafernalia de los savaranos. La noticia de que las posiciones de Gotar estaban siendo asediadas había dejado un mal gusto de boca general, sabían que era muy difícil que cayeran, además de verse apurados podían pedir refuerzos a la Lanza de Hierro, pero eso significaba que había más genestealers de los que habían imaginado. 

Khur estaba junto a Halls y a Mitrídates en la primera línea, justo delante del pórtico por el que habían entrado, el comisario arengaba a las tropas mientras que el capitán preguntaba a los hombres cercanos el estado de sus pelotones. Mientras esperaban, el coronel se permitió mirar por la cristalera la batalla espacial que se daba fuera de la nave. Desde la lejanía, los cruceros imperiales habían recuperado lentamente la iniciativa, forzando a la flota del Caos a cerrar filas, intercambiando constante salvas de disparos. Por un instante pudo ver como varios cruceros imperiales retrocedían ante un ataque de numerosas fragatas herejes apoyadas por una horrorosa nave demoniaca de grandes dimensiones. Entonces fue cuando actuó lo que había extrañado mientras observaba los combates. La Lanza de Hierro Abrió fuego con sus armas de largo alcance, abrasando al feo apoyo de las fragatas, las cuales tuvieron que realizar una maniobra evasiva desesperada para evadir la venganza de los cruceros. 

Sacudió la cabeza ligeramente para salir de su ensimismamiento, sopesó sus armas e hizo un par de aspavientos con su espada, la energía crepitó al cortar el aire. Todos estaban en su puestos, nadie hacía ningún ruido, solo los quejidos de los heridos del fondo rompían esa calma tensa. Aquello era una señal que no le gustaba a nadie, comenzaron a escuchar rugidos, cada vez más numerosos, los tiránidos venían, y en gran número.

Ya llegan...

Los primeros que entraron por la puerta tenían la boca llena de flagelos, emitían un extraño zumbido mientras sus cuerpos cambiaban para generar apéndices llenos de ganchudas garras o largas cuchillas con las que matar a los guardias. Rápidamente los soldados respondieron abriendo fuego. Los disparos láser agujereaban los cuerpos de los xenos que caían al suelo desangrándose entre bufidos de rabia, los proyectiles bólter habían su trabajo reventando torsos y extremidades, las descargas de fusión y plasma fundían caparazones con sus dueños dentro. Estos genestealers, más rápidos que los normales, llegaron pronto a las líneas de los soldados de la guardia, los que sobrevivieron a las descargas de los lanzallamas se abalanzaron sobre los savaranos, entrando en un brutal cuerpo a cuerpo en el que los humanos derribaban a esas abominaciones cambiantes a base de cuantiosos bayonetazos y disparos a quemarropa, tanto de láser como de armas cortas. 

Varios hombres morían con brazos cercenados o torsos apuñalados antes de que solo uno de esos monstruos cayese cuerpo a cuerpo. Khur disparaba sin cesar, rematando a los xenos con su espada cuando estos se acercaban mucho, a su lado Halls hacía lo propio con su ensangrentado puño de combate, y Mitrítates gastaba un cargador tras otro de su rifle láser. El coronel se dio cuenta de que la línea comenzaba a flaquear, detrás de estos extraños tiránidos a los que apenas mantenían a raya llegaban oleadas constantes de genestealers como los que habían visto antes, dio orden de retroceder poco a poco mientras se cubrían unos a otros. Era una maniobra desesperada, pero si se llevaba con orden podían entroncar sus fuerzas con la segunda línea. Un soldado situado más delante de lo que debía, vio como un alien se le echaba encima, en vez de dispararle tiró su arma hacia un lado y corrió en dirección contraria, algunos hombres comenzaron a mirar a los lados desconcertados, como si temiesen que el resto fuese a imitar a su compañero. Sus pretensiones no llegaron muy dejos, Halls se interpuso entre el savarano y la línea, frenando al soldado en seco dándole un tiro en la frente, después lanzó al genestealer más cercano varios metros atrás de un contundente puñetazo.

- ¡Mantener la línea! ¡Morir sirviendo al Emperador!

Los soldados se conservaron firmes ante aquella muestra brutal de disciplina, a Khur no le gustaban ese tipo de castigos, pero debía de hacerse, había reconocido al soldado cuando se dio la vuelta para huir, era uno de los nuevos reclutas, su muerte como un cobarde aleccionaría a los demás. Halls se reunió con él en el centro de la formación, retrocedían con los xenos muriendo demasiado cerca de ellos. 

La distancia que separaba ambas líneas de defensa se hizo eterna para Khur, una vez llegaron el avance genestealer fue frenado por la segunda línea, que se pudo delante de la primera para que se recuperara. Rápidamente, al igual que Halls y Mitrídates, se posicionó junto a Arsacis, al frente de la segunda línea defensiva. El coronel dio la orden de avanzar de nuevo, poco a poco los savaranos comenzaron a andar hacia delante muy juntos los unos a los otros, disparando con sus armas a la masa alienígena que se abalanzaba contra ellos dejando en el suelo lleno de sus aberrantes cadáveres. Desde arriba llegaban constantes salvas de los coraceros, para ser tan desordenados sabían bien lo que hacían.

Iban bien, habían tenido que retroceder ente el empuje enemigo, habían evitado el cuerpo a cuerpo a gran escala y los estaban conteniendo, el número de xenos comenzaba a menguar, en algunos puntos los genestealers tenían que escalar montículos de cadáveres de los de su propia especie, podían conseguirlo. Un chillido de lo más inhumano inundó la sala, entonces apareció al fondo, mucho más voluminoso que los otros xenos, casi tan alto como un Leman Russ. Un Líder de Progenie.

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