sábado, 18 de octubre de 2014

Custodios del Tridente XVII: Dolor y duda 04 [Relato]

DOLOR Y DUDA 04

--Acorazado Imperial Alma de Belerin, Guardia Belerinita--

- No ha sido como esperaba.

- Nunca lo es, Wernoh. Pero al menos no ha sido una reunión tediosa, ¿no crees?

- No, pero me hubiera gustado más que todos tuviéramos los mismos objetivos, ¿acaso no debemos todos luchar por el Imperio?

- Oh vamos, tienes varios siglos a las espaldas, ¿esperabas otra cosa?

- No, pero estaría bien ser sorprendido alguna vez.

- Eso es muy difícil.

Asirus, al que seguían Wernoh y Furnsa, había decidido abandonar cuanto antes el Alma de Belerin, no sin antes enterarse de que habría reuniones menos públicas por parte de algunos comandantes y el Lord General Jarwe. Pero él no pensaba demorarse más, así que se estaban dirigiendo con presteza a la Cañonera que los llevaría de regreso a la Nudus Pugio.

- Em... Capitán.

- ¿Sí Furnsa?

- ¿Es buena idea haber realizado tantas promesas?

- ¿Tantas?, hermano esto no ha sido nada. Y recuerda, no son promesas, son acuerdos u ofrecimientos.

- Ya, pero a parte de lo del Contemptor, ¿qué obtenemos a cambio?

- ¡Furnsa!, no hables de eso aquí. - intermedió Wernoh con gravedad.

- Venga ya, viejo.

- Silencio. Wernoh tiene razón, hay cosas que no son para oídos ajenos. Seamos cautelosos hasta estar en la Nudus Pugio.

- De acuerdo, pero...

- Obtenemos aliados Furnsa, aliados.

- ¿Y eso es necesario?

- Puede serlo. No te gusta, lo sé, pero no podemos estar solos en esto.

         *              *               *
 
--Fragata Tinea Polaris, Custodios del Tridente--

- Ayúdame a ponerme la servoarmadura.

Su escudera, Mishka, dudó un momento pero en seguida se puso manos a la obra. Dos servidores se afanaban en colocar cada pieza en su sitio, como se les había implantado en su mente semilobotomizada, pero su falta de gracilidad los hacía algo torpes, con movimientos mecánicos y sin apenas percatarse de la tensión que Ghuno sentía, que lo hacía cambiar de postura una y otra vez. Tampoco ayudaba el hecho de que el cubículo pareciera atestado con tan sólo cuatro seres en él, incluso si uno de ellos era un astartes.

- Señor, ¿puedo preguntarle algo? - le dijo Mishka sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.

- Sí, adelante.

- ¿Siempre es así?, quiero decir... los acuerdos con la Guardia Imperial.

- ¿Qué quieres decir?

- El Capellán, el sargento de la espada y usted estaban muy enfadados.

- El sargento de la espada es el sargento Bilko de la escuadra de asalto Espadas Negras. Y no, no estábamos enfadados.

El silencio de la muchacha hizo que Ghuno la mirara interrogativamente. La chica levantó la vista y lo miró a los ojos.

- No me lo ha parecido, más bien ha sido muy intenso.

- Supongo que desde tu perspectiva ha sido así, pero solo estábamos un poco molestos. Ten en cuenta que somos astartes, nuestras emociones son algo distintas.

- Sí, debe ser así, aún debo acostumbrarme. Aunque, en mi opinión, se lo merecían. - Ahora había un intenso brillo en el iris de la muchacha.

- Ya te he dicho que no estábamos enfadados.

- Pero han sido irrespetuosos.

Ghuno permaneció en silencio mientras se ajustaba el casco, la última pieza del equipo. Ella se alejó unos pasos para coger las armas de su señor de los soportes.

- Mishka.

- ¿Mi señor?

- La mayoría del Imperio se comporta de modo similar.

- ¿Irrespetuosos con los Marines Espaciales?, eso no es posible, un astartes es...

- Sí que es posible, tú aún no lo entiendes porque en Nusci somos tratados con respeto, como héroes, pero allá abajo - dijo señalando vagamente hacia el suelo - no somos humanos.

- Pero eso es evidente, sois astartes.

- Sí, pero no me refiero a eso, digamos que somos algo tan diferente, tan extraño, tan...

Ghuno se irguió en toda su estatura y las lentes oculares del casco de color rojo sangre se centraron en ella. Notó como se le aceleraba el pulso mientras se rascaba nerviosa la cara.

- ...tan monstruosos. - aseveró con voz neutra.

- Mi señor, no sois monstruos.

- No importa Mishka. Para casi todo el Imperio somos simples guerreros que solo deberían vivir en el combate. El resto del tiempo somos unos gigantes incómodos que estorban su vista.

Mishka frunció el entrecejo y soltó un exabrupto sin apenas controlarse. Antes de que pudiera decir nada alargó la mano hacia ella, lo que la hizo callarse.

- Pásame la espada.

Se la dio agarrándola respetuosamente con ambas manos. A pesar del peso del arma sabía que no la dejaría caer. Ghuno la agarró por la empuñadura con la hoja hacia abajo y echó una ojeada al pomo.

- Has hecho un buen trabajo. Ahora será mejor que prepares tu equipo, en una hora nos acompañarás ahí abajo.

         *              *               *


--En algún punto de la superficie del planeta Gurbin, Sistema Dolnúdaca--


Mishka se ajustó mejor la cartuchera al muslo mientras hacía lo posible por parecer invisible. Si ya había sido raro viajar en una Thunderhawk amarrada ridículamente a uno de aquellos asientos enormes junto a tres servidores pseudolobotomizados y un buen número de material, ahora estaba pasando uno de los momentos más vergonzosos de su vida.

Toda la escuadra Nubes de Humo, de la que su señor era sargento, estaba desplegada alrededor del conjunto que formaban ella, los tres servidores, el material que los había acompañado y una enorme caja pesada que no tenía ni idea de qué contenía. Todo eso ya era algo raro para ella, pero lo que la tenía de los nervios era que a solo unos pasos había una veintena de soldados en posición de firmes dándoles una bienvenida militar y, más allá, un delgado cordón de la FDP del planeta manteniendo a raya a un numeroso grupo de civiles que no paraban de vitorear y festejar la llegada de los Marines Espaciales a su población. Y aquella situación ya llevaba una media hora dilatándose.

Aquello era ridículo, y estaba segura que su señor opinaba lo mismo pues no hacía más que darse suaves toques en el casco. Ese gesto, y los leves chasquidos que salían de los cascos de los astartes, sabía que significaba que los Tridentes se estaban comunicando entre sí en un circuito cerrado.

Volvió a erguirse y lanzó una inquieta mirada a la muchedumbre. Con un resoplido se rascó el mentón justo sobre la leve cicatriz que le había dejado el cuchillo de Jurdo. Al menos había tenido suerte con el castigo por aquel combate. Como ahora formaba parte del servicio de los Custodios del Tridente había sido su propio señor, Ghuno, quien la había reprendido e impuesto un castigo. Aunque podría haber dejado que fuera uno de los otros siervos veteranos de la expedición el que la castigara, su señor se había reservado aquel derecho y, para su sorpresa, lo que quería era que le contara todo lo referente a ella, sin que omitiera nada para, después, pedirle que esculpiera una serie de relieves en el pomo de su espada de energía. Puede que contarle su vida le hubiera costado mucho, pero no podía considerarse un castigo a su modo de ver, y lo de cincelar el relieve en aquella enorme espada menos aún. No era armera exactamente, más bien tenía cierta destreza para manipular, arreglar y decorar un arma, no podía compararse a un armero como Huggins, pero le gustaba mantener cierta conexión con el metal y este había sido muy amable al permitirle aprender junto a él en su tiempo de ocio. Era lo más cercano a sentirse como en casa que había tenido todos los meses que ya llevaba con la Quinta, sobretodo las interminables semanas que habían tenido que estar parados en Nusci. Su padre era un mecánico muy reconocido por sus vecinos, y ella, hasta alistarse en la Guardia Naval Tritón, le había ayudado en multitud de trabajos, así que distraerse tratando de aprender algo sobre la profesión de armero había sido una elección de la que no se arrepentía en absoluto, sobre todo tras la mala experiencia antes de pertenecer a la Quinta cuando había intentado ayudar a los mecánicos y tecnoadeptos de la pequeña nave de vigilancia que había sido su primer destino.

Fijó su mirada disimuladamente en el pomo de
la espada de energía de su señor. Era un arma magnífica, y era una lástima que no estuviera recargada de decoración aquí y allá, aunque ella esperaba fervientemente que eso cambiara con el tiempo y fueran sus manos las que lo hicieran posible. Sus ojos siguieron las delgadas líneas que había cincelado en el metal con reverencial esmero y se sintió orgullosa de sí misma. Su señor había sido muy específico en lo que quería representar. Enumeró mentalmente sus palabras: el pomo, con la forma de un prisma romboidal, debía presentar cuatro líneas horizontales y ocho verticales, distribuidas de la siguiente manera: dos de las horizontales debían situarse de manera paralela a la unión del pomo con la empuñadura, las otras dos líneas horizontales estarían paralelas al acabado en punta del propio pomo, las otras ocho líneas, las verticales, paralelas entre sí, debían ser onduladas y quedar encerradas entre las líneas horizontales que daban al cuerpo de la empuñadura. No sabía el por qué de su distribución, pues su señor Ghuno no se lo había dicho, pero eso ahora no le importaba, pues le había felicitado por el trabajo y eso le había hecho sentirse eufórica.

Un destello y un chasquido sordo la sacaron de su ensimismamiento. Aunque le parecía irreal se dio cuenta de que aquello había sido un disparo láser que había chocado contra la hombrera izquierda de su señor, parpadeó sorprendida cuando dos impactos más le siguieron al primero. De súbito los Custodios del Tridente tomaron posiciones de combate y el atronador sonido de los bólteres ahogó la granizada láser que se había iniciado. Ella imitó su ejemplo y se lanzó a tierra mientras descolgaba del hombro su carabina láser y buscaba objetivos. La muchedumbre se dispersaba desordenadamente, a veces pasando por encima de la FDP, mientras los soldados Fusileros Dolnudacitas respondían también al fuego de manera sincronizada.