sábado, 27 de diciembre de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Hacia la guerra".



Barracones. Ciudad-colmena Alkia. Planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lamba.

Las paredes mostraban ladrillos de mala calidad donde no había pintura, y donde la había, esta agonizaba en una batalla perdida contra la roña. Las filas de literas no estaban en mejor estado, el hierro desnudo estaba comenzado a oxidarse en las junturas de las soldaduras, algunas estaban calzadas con quebradizos bloques de hormigón. Finos hilos de luz atravesaban la estancia de arriba abajo desde las numerosas goteras de la clásica techumbre abombada. Cinnamus dejó caer su mochila sobre el polvoriento colchón donde se supone que iba a dormir durante la estancia en aquel planeta. Había residido en lugares peores, pero aquello no era normal. Estaban allí para ayudar. Que no les hubieran recibido como era debido le daba igual, pero por lo menos, les tenían que haber dado unos alojamientos decentes. 

Si Sitra pudiera ver donde iba a vivir su marido, quedaría horrorizada. Sus refinados gustos ya se vieron ofendidos cuando la dijo que vivirían en una nave del Mechanicus, no se quería imaginar si la hubiera tenido que llevar allí. Sin embargo sabía que habría ido con él. No lo habría abandonado, igual que cuando se presentó a filas. Por aquel entonces no habían formalizado su relación. Confiaba en que la espera no se le hiciera muy pesada. Se tranquilizó a si mismo pensado en que Dijnia la mantendría ocupada. Ella llevaba mucho mejor los periodos de servicio de Khur. 

De fondo llegaban lejanos ecos de bombardeos. Aún eran tenues, pero sabía que no tardarían mucho en ser sus espectadores de primera fila. Estaba colocando su espada en el cinturón cuando el comunicador pitó. Era un canal protegido al que solo tenían acceso los savaranos, el encargado de comunicaciones leía lentamente las órdenes. 

- Informe de la situación del frente. La ciudad-colmena está siendo atacada duramente desde varios puntos. Las tropas de las FDP y el Astra Militarum están defendiendo el perímetro exterior. Ya se han perdido amplias zonas de los suburbios. Los combates se recrudecen en el suroeste y en el norte. Los cuerpos de ejércitos destinados allí sufren un duro castigo por parte de fuerzas xenos y herejes. El alto mando local nos ha pedido que ayudemos en la defensa de dichas zonas, en 24 horas se nos movilizará para el combate. Ahora hablaran los Mayores para despachar las órdenes respectivas. 

Se sentó en su litera. Alzó la vista para ver como todos los soldados que estaban a su alrededor atendían a sus comunicadores. 

-  Os habla el Mayor Arsacis. Como habéis visto las autoridades del lugar no nos prestan mucha atención, aún así nos necesitan para ayudar en las tareas defensivas. Nos han facilitado camiones de transporte para una de las divisiones. Iremos a los dos emplazamientos en los que la situación está peor. Mi división irá a la parte suroccidental de la ciudad-colmena en los camiones, no os alegréis aún, no tienen pinta de ser muy cómodos. Los orkos están concentrando gran parte de sus cañoneos en esa parte de las defensas. Se prevé un ataque en masa. Auxiliaremos a los guardias imperiales allí destinados. Estar preparados en cinco horas. En un minuto hablará el Volog a sus hombres. 

Camión militar.
Modelo Alpe.

Arsacis era muy diferente al mayor. Como mando a la cabeza de la primera división siempre era mucho más cercano a sus hombres, cuando tenía que hacerlo era igual de recto que Khur, pero siempre los trataba a todos con una actitud de camaradería que rozaba lo familiar. Las rígidas palabras de Volog no tardaron en llegar, su voz sonó tan seria como siempre, aunque se podía notar cierto hastío en su tono. La situación de Zoroaster y la falta de un medio con el que movilizarse al frente rápidamente se hacían notar. 

- Se presenta el Mayor Volog. Antes de aterrizar las fuerzas herejes han arrasado el primer perímetro defensivo del norte con bombas de megatones, la evacuación no había sido completada. Las bajas civiles han sido cuantiosas. Que el Emperador vele por sus almas. -Muchos savaranos repitieron en alto el rezo.- No eran armas sucias, por lo que se ha podido establecer un anillo defensivo de trincheras. Están siendo atacadas en estos momentos por hordas de soldados del Caos. Se nos ha ordenado establecernos en las posiciones de retaguardia más cercanas como posible refuerzo ante una ruptura del frente. He enviado a Warfet para que encuentre transportes. Preparen sus equipos, si en 24 horas no ha encontrado nada, iremos  andando. 

Sistema Sagkeion Lamba. Grupo de Asalto. Bordeando el destructor abandonado.

Desde la apretada cabina de mando Zoroaster veía el espacio alrededor de su transporte. Las naves orkas seguían llegando abriendo fuego con todas sus armas. Se sujetaba a un asidero de la pared con una mano mientras la otra descansaba sobre el pomo de su ensangrentada espada sierra. Los bandazos que daba la nave para esquivar la irregular estructura del destructor eran constantes. Tenían que ir pegados a su superficie para intentar pasar desapercibidos en el caos que se daba a su alrededor. Más de una vez pudo reconocer los disparos de la Lanza de Hierro al destruir una barcaza xeno. Solo sus armas eran tan precisas. 

Las explosiones centelleaban en la sangre seca que no había podido limpiar de su pálido rostro. Tan absorto estaba que no se dio cuenta de que alguien se le acercaba por detrás. No pudo evitar sobresaltarse ligeramente cuando unos dedos le tocaron el hombro. Era Critio, llevaba la gorra debajo del brazo. 

- De buena te has librado. 

- Podía haber sido peor. 

- ¿Qué vamos a hacer? Luther está demasiado ocupado como para contarme nada. 

- Reúne a los hombres y prepáralos para el combate. 

Tras decir esto, Zoroaster se giró sobre sus talones para salir de la sala sin dirigirle la mirada a Critio.  Esto no extrañó al comisario, el capitán ya era poco hablador cuando estaban fuera de servicio, dudaba que quisiera hablar con alguien más después de una experiencia tan cercana a la muerte. Se puso la gorra y se dirigió hacia las salas de abordaje. Lo poco que duró su trayecto estuvo lleno de soldados moribundos que recibían la extrema unción, gritos de los heridos al ser atendidos de emergencia, lamentos de los amputados, tropiezos con apurados miembros de la tripulación, y los constantes latigazos de energía residual que eran repelidos por los delgados escudos de la nave. 

No tardó en verse rodeado de los hombres de Zoroaster. Allí estaban, listos para el combate de nuevo, algunos estaban heridos de levedad, otros tenían las armaduras llenas de desperfectos o regadas con sangre seca. Formaban dos bloques a ambos lados de la sala, todos quietos y callados; al fondo del pasillo, junto a las escotillas, estaban el capitán y Luther, tras un gesto del primero Critio atravesó el estrecho pasillo mientras los soldados se giraban noventa grados para constituir dos conjuntos enfrentados que daban una silenciosa bienvenida al comisario. Cuando este llegó al final todos volvieron a moverse al unísono, creando una única formación compacta. Con un asentimiento de cabeza de Critio colocaron sus rifles laser con la culata tocando el suelo en posición de descanso. 

Zoroaster dio un paso hacia delante. Su voz sonó tranquila, con el tono neutro que le caracterizaba y le daba un aspecto tan inquietante como su estilizada apariencia física.

- Savaranos. 

Todos dieron un golpe con las culatas de sus armas al metálico suelo.

- El enemigo trata de robarnos la nave que reclamamos en el nombre de la Sagrada Terra. Y no vamos a permitirlo. 

Un golpe más. 

- Su nave se ha incrustado en nuestro objetivo. Lo han infestado para internar cazarnos. -Mientras decía esto pudo sentir como los motores hacían la suficiente fuerza de repulsión con la que frenar su trayectoria.- Y no se lo vamos a permitir.

Otro golpe. 

- Les vamos a abordar nosotros a ellos. -No giró la cabeza, pero sabía de sobra que Critio le acababa de dirigir una mal disimulada mirada de admiración.- Mataremos a todos los que podamos mientras Luther sobrecarga sus motores para hacer que empujen al destructor lo suficiente como para ponerse al alcance directo de las armas de la Lanza de Hierro. Una vez pase esto nos replegaremos de nuevo para volver y dejar que los artilleros del Mechanicus hagan su trabajo.

Con el parón en seco de nave los mecanismos de abordaje comenzaron a perforar el casco del primitivo armatoste con el que los pielesverdes habían llegado hasta allí. Todos se repararon. Lar armas fueron revisadas por enésima vez, las bayonetas caladas, las ametralladoras amartilladas, los rifles laser puestos a máxima potencia, los quemadores de los lanzallamas encendidos y las células de plasma activadas. La sala se selló a sus espaldas cuando la primera placa de hierro orko se desprendió medio fundida hacia dentro. 

Se pusieron en movimiento, nada más entrar, Zoroaster disparó a bocajarro a un asustado grupo de pequeños gretchins que no sabían lo que se les caía encima. Era el momento de resarcirse. 

Megapolígono industrial. Ciudad-colmena Alkia. Planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lamba.

Guerra, estaban en guerra, y esta vez iba en serio. Le dio otro mordisco a su insípido bocadillo. No era un enfrentamiento entre bandas o clanes. Era una maldita guerra. Los noticiarios decían día y noche que todo iba bien, que la invasión estaba siendo controlada desde el primer momento. Alorso era un simple mecánico, pero incluso él se daba cuenta de que las cosas no estaban yendo por el buen camino. Se había movilizado a todos los hombres posibles de sopetón, no solo estaban combatiendo las FDP y el Astra Militarum, todas las compañías mercenarias cercanas han sido puestas en nómina por las familias pudientes. Y aún así, no estaban ganando. Los rumores de las primeras matanzas de soldados se habían extendido como la pólvora por toda la ciudad-colmena, bajando la moral poco a poco, generando un clima de inseguridad que aumentaba por momentos. 

Fuerzas de Defensa Planetaria en combate.
Planeta Sagkeion.

No obstante, aquella situación no solo era culpa de la aplastante invasión que estaban sufriendo. Todos lo sabían, la falta de preparación, las trabas administrativas, las tirantes relaciones con el gobernador… Las principales familias del planeta se enfrentaban en su propia ofensiva interna por acaparar las riquezas que generaba la industria de guerra. 

Él mismo era un testigo directo de ello, aunque su planeta estaba destinado a funciones administrativas, él trabajaba desde que era pequeño en una de las muchas plantas de producción armamentística con las que los Voga aumentaban sus arcas. No eran malos patrones, sobre todo desde que firmaron contratos de venta y abastecimiento con Guillan Ampillo. En su lugar de trabajo producían aviones militares de todo tipo, en esos momentos el ritmo de trabajo era frenético, lo cual no estaría mal dada la necesidad de material bélico con el que ganar la guerra. 

Sin embargo, sabía que el considerable número de aeroplanos que habían estado construyendo no serían movilizados directamente hacia el frente. No era porque estuvieran mal construidos o tuvieran defecto alguno, más aún, la última revisión del Mechanicus había sido muy satisfactoria. Era por una simple razón. La ley de la oferta y la demanda. Cuanto más esperasen los Voga para venderlos, más beneficios obtendrían, claro está, que para ello contaban con la bien amortizada protección del señor Ampillo. 

Eran asuntos que estaban muy por encima de él, pero era algo por lo que en ese mismo momento estaba muriendo gente. Y no le gustaba. Bueno, por lo menos pagaban. Justo había acabado de pensar todo aquello cuando sonó la sirena que anunciaba el inicio del siguiente turno, se puso de pies y buscó con la mirada a Cirimo y a Barzo, al ver que ya estaban preparándose para montar la siguiente pieza del fuselaje fue hacia ellos para ayudarles. 

El imponente bombardero tetramotor era enorme. La superficie, pintada en tonos mates, tan solo estaba interrumpida por las ventanas justas para no dejar demasiadas brechas en su duro blindaje, y por las numerosas ametralladoras que asomaban desde aberturas en el casco o estaban armadas en torretas de bola. Su diseño arcaico, fruto de las mentes de ingenieros de épocas pasadas, no podía compararse con otras piezas del arsenal imperial, pero cumplía su función con creces, y era lo suficiente sencillo de producir como para dar rápidos beneficios no solo en su sistema, sino que también vendiéndolo a gran escala en los sistemas aledaños. 

Tras un largo proceso de interminable remache su trabajo había terminado, por lo menos con ese modelo, dejarían paso al resto de técnicos mientras ellos empezaban con el siguiente.  

Se fijó en la entrada donde los portones de chapa estaban abiertos de par en par dejando pasar a uno de los bombarderos que ya estaban terminados. Un tractor lo remolcaba hacia el enorme hangar en el que se almacenaban los modelos listos para ser vendidos. Ambos edificios estaban anexos, así que era un proceso rápido. Un pequeño revuelo se estaba formando alrededor de unos recién llegados. Vitaleo, el encargado, discutía enérgicamente con ellos. 

El más grande de ellos era fácilmente identificable, sus ropones rojos y los servobrazos que asomaban desde su espalda lo denotaban como un visioingeniero del Mechanicus, detrás de este, firme, pero silenciosamente estaban cuatro soldados perfectamente uniformados. No los reconoció, ni por sus armas pesadas ni por las formidables armaduras hechas a partir de numerosas placas entre cosidas. Usaban un modelo de rifle láser que desconocía, aunque rápidamente se dio cuenta de que prácticamente toda su panoplia era de otro mundo. No tardo en darse cuenta de que debían ser los refuerzos de fuera del sistema. 

La cara de Vitaelo fue lo que le preocupó, como muchos, se dirigió para ver qué pasaba. No se molestó en ocultar la hidrollave que sujetaba en una de sus manos. 

- ¿Pero cómo que requisas toda nuestra producción de bombarderos? Lo siento, pero no. ¿Y de qué vamos a comer nosotros?

- Silencio trabajador. -El tecnosacerdote dio un paso hacia delante, las vendas que se entremezclaban son sus ropajes se bambolearon lentamente.- El ejército del Emperador necesita esos aviones. ¿Acaso quieres que considere esto una insubordinación? 

- Si os damos toda la producción no cobraremos… Será la ruina. Los Voga pedirán nuestras cabezas.

- Así que quieres algo a cambio.

- Eh… Si. 

- Espera un momento. -Ignorando a la pequeña muchedumbre que estaba reuniendo a su alrededor se dirigió hacia una terminal que solo era usada cuando los miembros del Adeptus Mechanicus los visitaban. 

Tras un rato comenzó a teclear a una velocidad inhumana. Largas secuencias en binario pasaban delante de él tan rápido que hacía daño mirarlas. Alorso vio como Vitaelo se mantenía al lado de este, pero no paraba de rascarse y de frotarse las manos de puro nerviosismo. Casi da un salto cuando el tencosacerdote se giró repentinamente hacia él. 

- Ponte en contacto con tus patrones y diles que tengo una cosa que enseñarles.

-Pero…

- ¡Ya! Y dile que se conecte a la siguiente frecuencia. -Vitaelo apuntó nerviosamente una serie de números en una gastada libreta de fino papel amarillo.

El pobre encargado fue corriendo hasta el monitor de comunicaciones más cercano, se apoyó en la pared durante toda la discusión que mantuvo con varias personas al otro lado del aparato. No faltaron las disculpas apresuradas y las escusas atropelladas. Después de unos largos minutos le indicó al visioingeniero que ya podía hablar con uno de sus directores. 

Volvió a teclear en la terminal, aunque con un ritmo mucho más tranquilo, haciendo pausas, como si estuviera hablando con alguien. A Alorso se le hizo eterno el tiempo que la situación se mantuvo así. Por lo menos estaba alargando el descanso, y eso era algo que se agradecía. Justo cuando Vitaelo estaba a punto de decirle algo al tecnosacerdote, este apagó la terminal y volvió a sobresaltarle al dirigirle la palabra. 

- Ya esta, podéis seguir trabajando. En breves os llegarán órdenes de que tengáis preparados los bombarderos para ser transportados al espaciopuerto más cercano. 

- ¿Y la producción?

- No te preocupes, le he ofrecido a tus altísimos los planos para que podáis fabricar aquí cazas a reacción. Vuestros beneficios se dispararán.

El nerviosismo fue sustituido por la codicia en la cara del encargado. Al ver que el visioingeniero daba por finalizada la conversación y se marchaba seguido de su acorazada escolta se dirigió hacia la misma terminal de comunicaciones de antes para confirmar lo que acababa de pasar. No se olvidó de ordenar a los hombres que volvieran al trabajo a base de insultos y voces. 

Camino de los barracones. Ciudad-colmena Alkia. Planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lamba.

- Warfet. -Cinnamus se quitó el casco para poder estar más cómodo, al otro lado Parham y otro de los savaranos lo imitaron.- ¿Qué ha pasado cuando has entrado en la consola?

- Nada importante. Me comuniqué con la Lanza de Hierro para pedirles los planos de varios modelos de aeronaves a supersónicas con los que poder hacer el intercambio. 

- No me gusta. -Dijo Parham.- Deberíamos haber podido tomar los bombarderos sin ningún problema. Están en una situación de guerra total.

- Claro Teniente, pero cuando hay prisa, hay que agilizar las cosas. No creo que te hubiera gustado atravesar andando toda la ciudad-colmena para ir al frente. ¿Verdad, Warfet?

-No pasa nada. El tener que negociar con foráneos no es algo que no nos haya pasado nunca. Además, les he dejado un mensaje a las autoridades del Mechanicus locales. Les he avisado de la clase de planos que van a recibir los directivos con los que me he comunicado.

- ¿Y?

- Pues que a cambio de estar informadas para poder requisar esos diseños tras la entrega de estos, nos darán pilotos para los bombarderos. Ellos devolverán las aeronaves. 

- Muy bien jugado Visioingeniero, se notan los años trabajando con Enoch, ¿eh? -Warfet gesticuló con una de sus manos para quitarle importancia al comentario del Capitán.- A Volog le va a agradar todo esto.